Ayer Londres; ¿Y mañana?
 Hace (83) meses · 
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¿Qué hay de nuevo en el atentado del pasado miércoles 22 frente al parlamento británico? Al parecer poco, pero tratando de profundizar con la escasa información existente, se advierte que se van confirmando tendencias, en particular dos: que los llamados “lobos solitarios” que realizan atentados sin ayuda en realidad no existen, y que las redes sociales son cada vez más importantes para esas actividades, lo que anima a quienes pretenden coartarlas por motivos diferentes al terrorismo.

El ataque de la semana anterior fue similar al que conmocionó a Francia el pasado julio, aunque mucho menos mortal pues dejó cuatro personas muertas contra 84 en la ciudad francesa, ya que no se dio en medio de una multitud celebrando la toma de la Bastilla como ocurrió en el puerto de Niza. Sin embargo sus semejanzas parecen ir conformando un patrón de riesgo: se toma un vehículo más grande que un automóvil, y se le arroja contra la gente, entre más numerosa mejor.

Este patrón se ha dado al menos desde mediados de 2015 en Cisjordania, donde ciudadanos palestinos han atropellado personas en paraderos de autobuses, pero con un bajo nivel de efectividad. De la misma manera en Palestina atacantes aislados se lanzan a acuchillar a soldados, policías y simples ciudadanos israelíes, donde el desenlace casi siempre ha sido el mismo: heridos no muy graves y atacantes muertos por soldados y policías armados fuertemente en hechos sin sentido, pues no cambian la correlación de fuerzas, y su valor como denuncia se deprecia al repetirlos.

En la Cisjordania palestina se argumenta que el peso de la ocupación israelí hace entrar en desesperación a los palestinos, quienes no encuentran otra salida que lo descrito arriba para dar salida a su frustración.

Pero en Reino Unido o en Francia la situación es diferente. En el primero el atacante, Khalid Masood, nació en Kent, distante unos 60 kilómetros de Londres, y él mismo no era inmigrante, aunque sí de descendencia inmigrante, y de acuerdo a los datos gruesos de su biografía, su adquisición de los valores de su comunidad pudo no haber sido la mejor, aunque la información es escasa aún.

Lo que queda casi claro a la luz de esa parca información, es que en algún momento de su edad ya adulta no sólo se convirtió al Islam y viajó a Arabia Saudita, sino que se radicalizó, es decir, compró la versión islámica que no convive con otras confesiones y que encuentra en la violencia la vía para su expansión.

En esa radicalización quizá haya jugado algún papel importante su nueva esposa, con la que se casó en 2005, y haber radicado en la zona de influencia del predicador Anjem Choudary, quien apenas en septiembre pasado fue condenado a cinco años y medio de prisión por exhortar a apoyar al Estado Islámico y su objetivo de instaurar un gran Califato.

Pero el punto central se encubre: ¿qué papel jugaron las condiciones de deficiente sociabilidad que viven sectores de inmigrantes de segunda o hasta tercera generación como Massod en ese proceso de radicalización? Considerando que no ha sido uno el atacante, es obvio que un lobo solitario no fue, por más que haya atacado solo,

Y luego está la creciente evidencia de sus comunicaciones en WhatsApp que han enfrentado el problema de su encriptamiento, una característica de individualización-aislamiento en una red social. Que otros muchos ofensores recurran a comunicaciones encriptadas, aumenta el clamor de ciertos grupos para que los cuerpos de seguridad pueden romper esos secretos en aras del bienestar y la seguridad públicas.

Pero en los hechos se ve como las redes sociales son especies de grandes cafés donde se pueden reunir en cualquier momento personas de todas partes del mundo para conversar u organizar lo que sea, desde una fiesta o boda, hasta un atentado. Esta ahí el ejemplo de hace apenas una semana del retiro de publicidad de YouTube, la cual aparecía en videos considerados radicales, es decir, grandes firmas multinacionales literalmente patrocinando al enemigo.

¿Hay amenazas a la seguridad? Claro, por supuesto, pero lo que se descuida son las condiciones sociales donde esas amenazas surgen, y cuya transformación no se logra con más armas o guardias.

De salida: Y el presidente Donald Trump fracasó en su primer intento de derrumbar el Obamacare, la serie de servicios de seguridad social que clamó eliminaría al iniciar su mandato. Pero no hay que cantar ninguna victoria. Perdió en buena medida porque sus propios camaradas republicanos le negaron el apoyo, el cual podrían darle si se sienta a negociar con ellos. Y esto, en otros frentes, hay que tenerlo muy claro.

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