Canonicemos a las putas
 
Hace (89) meses
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Tomo prestado este título de uno de los célebres poemas del gran poeta chiapaneco Jaime Sabines a propósito de los recientes despropósitos que nos rodean, donde lo que parece lógico no lo es, y lo que parece es absurdo pasa como una absoluta verdad.

¿De qué hablo? En primer lugar de la absurda, anticlimática y estúpida decisión de darle a Bob Dylan el Nobel de Literatura; el próximo año le darán a los expresidente Bush el premio de Economía, no por su contribución académica sino porque con sus necias y erradas guerras en el Golfo Pérsico impulsaron la economía de guerra e hicieron que el petróleo y muchos otros insumos aumentaran de precio, pero se impulsó el comercio internacional para mantener la aventura bélica y creció así el intercambio de mercancías a nivel mundial.

Esa parece ser la lógica del Nobel a Dylan, porque el músico y cantautor no es en el sentido estricto de la palabra un literato, poeta, novelista, dramaturgo o ensayista, no. El señor escribe canciones, es decir rimas pegajosas con el ritmo musical y siempre, por antonomasia musical, sujetas al ritmo y la cadencia de la música; es decir son esencialmente piezas músico-vocales, no poemas en sí mismas, dependientes del complemento musical, no de su propia estructura, cadencia literaria, ritmo y rima.

Tan absurdo es el premio que diversos medios impresos y electrónicos señalan que ni el propio cantautor ha tomado las llamadas o recibido formalmente el anuncio de su premio, quizá porque él es más consciente de la absurda decisión y porque sabe que hay escritores profesionales con grandes obras y trayectoria probada que los ponen en condiciones de ganar el reconocimiento, mismo que, una vez consumada esta pifia, devaluará todos los anteriores ganadores del mentado Nobel porque esta decisión mancha de manera permanente el lustre del reconocimiento.

Canonicemos a las putas es, en tono festivo, un juego idiomático, ingenioso y falaz sobre los méritos sexuales, que mezcla la noción de santidad –llegar al cielo—con el éxtasis del coito, de lo carnal.

Ese es el símil del Nobel a Dylan y la excelsitud de una obra literaria; este premio significa rendirnos a la cultura pop, a la inmediatez de las modas, a lo facilón de los ritmos pegajosos y las tonadillas de ocasión.

¿Qué sigue? Ese es el problema de la banalización axiológica de nuestra sociedad –abaratamiento de los valores, pues—, el que todo es válido, que Trump el imbécil es tan presidenciable como el Mesías tropical, al cabo el loco Bucarám logró ser presidente en Ecuador durante seis meses hasta que la prudencia en su congreso lo cesó por incapacidad mental.

¿Qué sigue? Canonicemos a las putas y hagamos a algún narcotraficante diputado federal o presidente municipal -¡oh, eso ya pasó con los perredistas en Michoacán y el Guerrero!-, o disfracemos a algún priista inconforme de panista y hagámoslo gobernador y hasta precandidato presidencial ¡Puebla!-, o vistámoslo de candidato ciudadano y que sea gobernador -¡Nuevo León!-, o… asumamos que la estupidez ya está entre nosotros y no es exclusiva porque, la por ejemplo, la candidatura más republicana y conservadora en los Estados Unidos la abandera una demócrata, esposa de un destacado expresidente demócrata llamada Hillary Clinton, y además es la mejor opción porque enfrente tiene a una mezcolanza entre AMLO y Bucarám, barnizado con hitlerianismo puro.

¡Canonicemos a las putas!

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