Las cosas en nuestro país están verdaderamente críticas. En el siglo pasado México sufrió muchas consecuencias de sus errores, errores que por desgracia nadie aprendió de ellos. Fui parte del siglo XX y soy parte del siglo XXI y con pena, tristeza, desesperación me ha tocado ver a lo largo de más de cinco décadas cómo mí país se deja desmembrar poco a poco por un puñado de malvivientes con licencia para sisar.
Todo mundo habla y toca el tema relevante: el gasolinazo, y con él todas las alzas que uno pueda imaginar sin olvidar los impuestos que se recrudecen para la clase media, que desde los días de Luis Echeverría está en el ocaso.
Son muchos los problemas y lo inaudito es que todas y todos aquellos, que algún día pidieron el voto de confianza para sacarnos adelante, se conforman con engañarnos y se han llevado la riqueza de los mexicanos a su caudal particular. Mientras millones y millones de ciudadanos viven en la más completa miseria.
Reflexionemos un poco. Que por reflexionar no se paga, no se cobran impuestos, no cuesta nada y además es gratis. Detengamos nuestra lerda andanza y recapacitemos. Deliberemos un poco y veamos que si no hacemos algo con criterio y responsabilidad saldremos tarde que temprano todos dañados.
Invito al primer mandatario, Enrique Peña Nieto, que sea el primero en hacerlo. Que toque su dialéctica –que creo que debe de contar con ella-, que se toque el corazón y si tiene un poco de conciencia que la empleé tan sólo unos instantes.
Peña Nieto dice “que era necesario el alza de los hidrocarburos en México”. Hasta ahí me queda claro y, que quede muy claro, no pretendo ni deseo defenderle en ningún momento. Pero si en verdad era necesario subir los precios de la gasolina, ¿por qué entonces empleó el engaño para validar su reforma energética?
Ante la nación entera emitió mensaje hace apenas unos meses, “por vez primera en México, los precios de la gasolina, los incrementos de la energía eléctrica bajarán considerablemente, todo ello, en favor de las clases más necesitadas de este país”.
Peña Nieto, tú lo dijiste, nadie te obligó, entonces ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué no te salieron las cuentas, los proyectos? o ¿por qué se te cayeron tan pronto tantas mentiras?
Hoy resulta curioso escucharle amenazante, hoy culpa y desacredita a México. Y, con ello, a todas y todos los mexicanos. Es inaudito que Peña se dirija a la nación y nos humille e insulte de esa forma y, todavía más, nos culpe de las desmañas, estulticias y de su ausencia de valor civil y político, que no conoce, porque nunca lo ha tenido.
Todos los días me preguntan en la universidad, en la calle y a través de las redes sociales si habrá arreglo en este episodio tan negro, triste y peligroso que está viviendo México. Mi respuesta es sí. Sí, puede salir. Y saldremos cuando haya voluntad de las dos partes. Cuando el que gobierno sea machito y no solape a los Duarte, a los Moreira, a los Padrés o los Filis y toda su recua de lugartenientes y compinches.
El día que ricos y pobres decidamos sacar a México de la miseria ancestral lógica y humana que siempre nos ha acompañado; cumpliendo con vehemencia las leyes que cada vez se multiplican y que de nada sirven, porque muy pocos las acatan. Ése día tal vez saldremos adelante y nos podremos ver a los ojos con respeto, saludarnos, tolerarnos y compartir la razón humana como única fuente del saber y verdad.
Pero mientras los que tienen que pensar y resolver el tema nacional, -que para eso se alquilan y según ellos dan la vida por México- no cumplan con su deber categórico, quedará muy poco por hacer.
Mientras eso no ocurra, seguirán los saqueos, la inseguridad y los actos impunes de corrupción, todos ellos, en contra del pueblo desposeído y marginado, que incluso ya fue olvidado hasta por la mano de dios.

Quod, dixi, dixi: ¿y las mi chelas y chuquichelas, de quién son Yoli Tellería?