¿Cómo leer y por qué?
 
Hace (98) meses
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Por Ulises Vidal II

Una amiga me devuelve un libro que hacía dos semanas le había prestado, se intitula Cómo leer y por qué, del crítico Harold Bloom, una delicia de libro. En él se encuentran recopiladas algunas experiencias del maestro Harold en la universidad de Yale. Es un libro lleno de tips u opciones que los lectores ávidos y no tan ávidos pueden disfrutar, desde un poema hasta una novela, ampliamente recomendable para los jóvenes que se hacen esa pregunta, ¿cómo leer y por qué? Extraigo algunas líneas: “Lo triste de la lectura que se realiza por motivos profesionales es que sólo raras veces revive uno el placer de leer lo que sintió en su juventud, cuando los libros eran un deleite hazlittiano. La manera en que leemos hoy depende en parte de nuestra distancia interior o exterior de las universidades, donde la literatura apenas se enseña como placer en cualquier de los sentidos profundos de la estética del placer. Abrirse a una confrontación directa con Shakespeare en sus momentos más fuertes, por ejemplo en El Rey Lear, nunca es un placer fácil, ni en la juventud ni en la vejez, y, sin embargo, no leer El Rey Lear, plenamente (es decir, sin expectativas ideológicas) es ser objeto de fraude cognoscitivo y estético (…); Harold ha sido designado ganador del premio internacional Alfonso Reyes 2003, obtenido anteriormente por escritores como Juan José Arreola, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes y Octavio Paz, entre otros. Es considerado como uno de los mejores críticos literarios del momento, ya que en su libro El Canon Occidental hace alusión a 25 autores que son impredecibles en la cultura de esta región. Además en The Book of J, publicado en 1994, después de varios años de análisis, asegura que algunos de los textos más antiguos de la Biblia fueron escritos con fines literarios por una mujer, ¿interesante no?
2) “Madurez”, qué palabra tan odiosa, tan carente de virtudes, tan falta de tinieblas. Qué empecinamiento de los que quieren llegar a ser hombres maduros, como si la madurez fuera el máximo rango en la vida, como si con la madurez lográramos ser mejores, o más responsables; incluso, si así lo fuera, odiaría más la madurez, ¿Acaso no es un lujo pensar como un niño, actuar como un adolescente, andar por la calle gozando del placer casi perverso de cometer travesuras y actos anormales? La madurez encarcela, dinamita los sueños, los reduce a simples y trilladas realidades. Me enfadan aquellos que creen que la madurez es un grado de conciencia, que la madurez delimita las etapas de la vida. La madurez nos hace llanos, simples reflejos, zombis, meros maniquíes; en cambio el adolescente busca peligro, se apasiona con los sueños inconclusos, buscan –siempre lo hacen–, buscan con la entrega total de su persona, la vida de un adolescente me luce más que la de un hombre maduro, que en la mayoría de veces espera de bruces la muerte; es por eso que el elemento primordial de un joven, la única virtud con la que cuenta, es la inmadurez. Los hombres maduros me provocan lástima, se la pasan mecanizando el pensamiento, su conducta; actúan por mero análisis, siempre pensando en los pros y contras, pensando cuánto ganarán y si es arriesgado o no un hecho cualquiera. Un hombre maduro me sofoca, me saca de quicio, sienten que su opinión es la correcta, –y que no se hable más del tema–. Por ello, los jóvenes deben convidar su adrenalina, la pasión que llevan por materia prima, deben dejarse llevar por un instinto, (como aquel Tyger de Blake), dejarse llevar por las emociones naturales y sublimes de los sentimientos. Un joven desconoce de la madurez porque de lo contrario se volvería un ser inerte, en estado vegetativo, un vejete que no hace más que esperar el tiempo, los jóvenes –todos ellos– son y serán forever el motor de un mundo diferente y, por consiguiente, los responsables de mantener viva la aventura, la posibilidad de un mundo justo, de hacer revoluciones en la luna, son responsables de mantener la pasión a tope y seguir tomando decisiones, como lo hacen los verdaderos dioses, los adolescentes, los niños.
3) Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: [email protected]

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