Los últimos reportes de prensa informan que los abogados del presidente estadunidense Donald Trump se aprestan a la defensa contra el posible juicio político que los demócratas insisten en aplicarle al millonario empresario inmobiliario, que hoy despacha en la Casa Blanca.
Como se ha informado, el pleito es “derivación” de la derrota electoral de la candidata del Partido Demócrata a la Presidencia de Estados Unidos; justa que los delegados electorales de ese país votaron a favor del republicano Trump. Los rivales del actual presidente insisten que en las urnas salió victoriosa Hillary Clinton con un margen de por lo menos dos millones de votos y que, prácticamente, les robaron la elección en la mesa de los delegados, aunque no lo digan.
Entre los argumentos más pesados se ha colado la irresistible acusación de que el gobierno ruso de Vladimir Putin intervino en la elección a favor del republicano, en detrimento de la señora Hillary con la filtración a la prensa de los correos electrónicos que la candidata de marras usó para sí misma, siendo documentos comprometedores del gobierno estadunidense. Los demócratas en su proceso de juicio político para deponer el presidente Trump dejan ese “descuido” garrafal de Hillary cuando fue secretaria de Estado del expresidente Barack Obama; actuación irresponsable de la señora que el Departamento de Justicia de la potencia norteamericana dejó pasar, precisamente como “descuido”, porque estaban en marcha las campañas electorales y ella, presuntamente, encabezaba las preferencias electorales.
Para no hacer el cuento largo aquí, el procedimiento de juicio político enderezado por los demócratas contra Donald Trum sigue su curso, lo cual, de darse, resultaría una práctica legal que los demócratas ya tienen ensayada desde la defenestración, en los años 70 del siglo pasado, contra el expresidente republicano Richard Nixon, bajo la acusación, asumida por Ricky, de que había espiado a los demócratas en la ronda electoral donde Nixon se postuló para un segundo periodo, mismo que no terminó por el juicio que lo obligó a renunciar.
Pero todo lo anterior son sólo datos someros de lo que en realidad pasa en la vida pública de Estados Unidos, lo que no se dice es que este nuevo pleito está lejos de la aventura nixoniana porque lo que se mira es un pleito recrudecido entre los grupos de poder por el financierismo y el mercantilismo, recrudecidos en las últimas décadas para derivar en la escandalosa concentración de la riqueza que se vive en la potencia norteamericana, Europa y países periféricos.
Donald Trump se alzó como imbatible candidato presidencial de Estados Unidos y forzó a las cúpulas del Partido Republicano a aceptarlo como tal, mediante un discurso realista y de confrontación contra la clase política y la casta empresarial de su país. Con ese discurso que señaló carencias y crisis industrial, comercial y económica de Estados Unidos Donald aplastó a todos los precandidatos republicanos y fue a la liza final contra los demócratas, cuya candidata Hillary jamás alzó indicadores ni siquiera entre los demócratas. Ella sólo cayó en el juego confrontador de Donald Trump, elegido finalmente por las elites electorales como presidente de Estados Unidos.
El actual Ejecutivo federal de la gran potencia imperial tiene en su haber a los grupos políticos que lo apoyaron para llegar a la Casa Blanca. Grupos que, seguramente, también fueron afectados por la alta concentración de la riqueza y que fueron desplazados por nuevos multimillonarios del quehacer público estadunidense. Las minorías (grupos de poder) provocan las guerras, dijo el presidente chino Xi Jinping; los grupos de poder también provocan crisis cuando se desequilibran.