Denuncias de fe
 
Hace (83) meses
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Un divorciado se topó con su ex esposa y la invitó a ir a su departamento a hacer el amor. Opuso ella con acre tono ríspido: “Me lo harás sobre mi cadáver”. Replicó el tipo: “Así te lo hice siempre”. En el club un tipo les contó a los socios: “Mi médico me recomendó dejar el golf”. Preguntó uno, extrañado: “¿Por qué?”. Contestó mohíno el otro: “Me vio jugar”. Susiflor, linda muchacha, les comentó a sus amigas: “Mi marido y yo discutimos mucho: sobre deportes, sobre política, sobre religión. Sólo hay una cosa sobre la cual nunca discutimos”. “¿Cuál es?” -preguntó una. “La cama” -respondió con traviesa sonrisa Susiflor. Al padre Jiménez, de San Miguel de Allende, Guanajuato, unos lo consideraban santo y otros lo tildaban de simple. Tenía una forma muy especial de predicar. Por ejemplo, en una misa pronunció un sermón para exaltar la pureza de la Virgen. Hizo que se pusiera en pie la beata más beatífica de su parroquia, y dijo a los feligreses: “Ustedes conocen bien a Fulanita, aquí presente. Es modelo vivo de virtudes; espejo de doncellas; imagen misma de la piedad y de la devoción. Pues bien: comparada con la Virgen, hijos míos, Fulanita es una puta”. En otra ocasión estaba hablando del pecado. Uno de sus parroquianos, hombre de extrema fealdad llamado Mateo, se hallaba en la celebración. “Levántese usted, don Mateo -le pidió el padre Jiménez al infeliz-, y dese vuelta para que lo vea la gente”. Luego se dirigió a los fieles: “¿Ya ven ustedes lo feo que es don Mateo? Pues todavía más feo es el pecado”. Andrés Manuel López Obrador anunció a sus fieles que se propone hablar con sacerdotes y ministros religiosos de diversas denominaciones para pedirles que en sus homilías denuncien la compra de votos y digan que es un pecado social. También les solicitará que perdonen la mentira en que incurren quienes aceptan los dones electorales que el PRI y el PAN ofrecen y luego votan por Morena. Advierto en este discurso un cierto elemento religioso desacorde con la naturaleza de un país que en la separación entre las cosas del Estado y las de las iglesias ha fincado en buena parte su carácter nacional. AMLO, cauteloso en el trato con la clerecía -de ahí su posición conservadora en temas tales como los derechos de la mujer y de los homosexuales-, pone en ocasiones tintes religiosos en sus acciones de política. El nombre mismo de su partido, Morena, evidencia un mañoso factor subliminal, por la relación de esa palabra con la que se usa para calificar a la Virgen de Guadalupe. Ni el PAN mismo ha llegado a usar la religiosidad popular en esa forma. Es peligroso mezclar la religión y la política. De esa conmixtión nada bueno ha salido nunca para México. Sucede, sin embargo, que los partidarios del tabasqueño ven en él a una especie de profeta, y le perdonan todo. También eso entraña una actitud religiosa. Ciertamente la compra de votos es una deleznable forma de corrupción política. Pero serviría mejor a la causa de la legalidad considerar esa mala práctica solamente como un delito, y no también como un pecado. Los pecados pueden perdonarse. Los delitos se deben castigar. Himenia Camafría, madura señorita soltera, terminó de hacer sus compras en el súper. Vio a un señor que entraba y le ofreció su carrito. “No, gracias -declinó el señor-. Sólo busco una cosa”. “Igual que todos los hombres” -suspiró la señorita Himenia. En el bar un tipo bebía solitario. Le contó al cantinero: “Yo lo tenía todo: dinero en el banco; una espléndida residencia; un coche deportivo; el amor de una bella mujer.”. Preguntó el barman: “Y ¿qué sucedió?”. Replicó el otro: “Mi esposa se dio cuenta”. FIN.

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