Dilma: ¿el fin de un sueño?
 
Hace (91) meses
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Los tiempos de la política brasileña se cumplen y nada parece cambiar el destino de Dilma Rousseff, quien empezó la semana como presidenta suspendida y la terminará como destituida a menos que un milagro ocurra. ¿Golpe a la democracia como ella dijo en su discurso de defensa ante los senadores? Sí, pero también ejemplo del tipo de democracia que existe en América Latina, una que se opone a nuevas vías y sueños.
Rousseff enfrenta el final del juicio donde se le acusa de modificar el presupuesto sin el permiso del Congreso, así como recurrir a préstamos bancarios. Ella ha señalado que esos cambios son asunto cotidiano y subrayado que ni un real se ha llevado ella o su familia.
Pero más allá de lo formal, que desde luego es fundamental, no se puede esconder que su destitución marcará un cambio en el rumbo que inició Brasil en enero de 2003 cuando comenzó el primero de sus dos mandatos Inácio Lula da Silva, quien gobernó en total ocho años.
Lo característico de ese periodo fue el impulso a la atención de demandas de la gente sin romper con el proyecto económico imperante y con altas tasas de crecimiento económico que lo hicieron posible. La acción de más resonancia e importancia fue la llamada “bolsa familia”, que alcanzó a la cuarta parte de la población brasileña en, unos 11 millones de familias en pobreza extrema, al costo del 0.4 por ciento del PIB brasileño. Esa fórmula tiene una segunda parte: los miembros de esas familias se convirtieron en consumidores de alimentos y bienes de consumo básico, lo que impulsó a la economía.
En el total de la economía Lula tomó a Brasil con crecimiento de 1.14 y llevó hasta 7.53 en 2010, luego de caer a 0.126 por ciento en 2009, tras la crisis de 2008. Y desde ahí, con Dilma la curva ha sido descendente hasta el -3.85 del año pasado.
Las cifras, sin embargo, no lo dicen todo. Con Lula Brasil se fortaleció como potencia regional, pues ya lo era, pero en el marco de la llegada al poder de varios gobiernos considerados de izquierda. El más sobresaliente Venezuela, no tanto por sus logros sino por la estridencia verbal de su fallecido presidente Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro. Ahora este mandatario como Dilma enfrenta problemas políticos severos aunque con una gran diferencia: la oposición venezolana no tiene la estructura de la brasileña, y que Maduro llegue al proceso de revocación de mandato es posible y probable, pero lejano aún en el tiempo.
Aunque hay que llamar en contra de respuestas fáciles, al menos son tres las claves para entender por qué cae Dilma y que suceda lo mismo a Maduro. Lo primero la movilización interna y externa de sus opositores, que en realidad son los de Lula y de Chávez, cuyas acciones crean una situación de inestabilidad donde todo puede suceder.
Lo segundo, es la fuerte crisis económica que inició en 2008 y que ha adquirido una forma enconada en todo el mundo de la cual no se ve una salida clara. China, uno de los más afectados, ha arrastrado a otras economías, como las de esos dos países sudamericanos, que han fracasado en consolidar una vía propia dentro del esquema neoliberal. Así dicho es difícil subrayar la importancia de una sentencia: ni el modelo brasileño ni el venezolano han roto con la dependencia económica, y si ellos eran los más aventajados, parece entonces imposible que otros lo hagan.
Y por último, la corrupción que en el caso brasileño ha adquirido tintes tragicómicos. A Lula y a Dilma los acusan de corruptos otros que también están acusados de corrupción en un sistema político donde es imposible ver a alguien que no lo sea, con los acompañantes naturales en esos casos: impunidad y encubrimiento, por decir lo menos.
Así, la región sigue sin una política propia de desarrollo y chapoteando en la corrupción. Lamentable.

DE SALIDA: El acuerdo de asociación transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés) es la primera víctima de la actual carrera presidencial estadunidense. Donald Trump lo pone de ejemplo de las políticas que roban trabajo a su gente. Hillary Clinton hace lo mismo aunque con menor enjundia. El TPP se queda solo, un adelanto de lo que le pasara a Barack Obama, impedido de gobernar por la mayoría republicana que ahora ve como Trump podría cosechar los frutos.

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