Andrés García, nacido en República Dominicana, reconocido actor mexicano, realizo múltiples películas y telenovelas a lo largo de su carrera; iniciando con la película Chanoc en el lejano 1970. Con 76 años de edad actualmente en el retiro debido a una lesión vertebral, Andrés García, quien fue el galán de moda en algún tiempo y el más cotizado, fue también un hombre que jamás tuvo “pelos en la lengua” y por ello se metía en problemas fuera del set de grabación.
Carismático, líder, de una sonrisa cautivadora, sexsimbol y famoso por su “bombita” para combatir su disfunción eréctil, siempre ha sido polémico en sus entrevistas o declaraciones, a la prensa. Hace bastantes años vi una entrevista para la televisión, en la que debido a su carrera artística, a su fama de mujeriego y todo lo realizado en su vida, la entrevistadora le preguntó expresamente que si pensaba que cuando muriera se iba a ir al cielo. El no dudo ni un segundo en responder.
¡Claro que sí! ¿Por qué no? ¡Si el infierno es este! Así de tajante fue su declaración y me dejo impactado, desde esa ocasión adopto su frase sin pensármelo dos veces. Peleado con los asuntos religiosos desde muy chico, siempre he tenido la idea del invento de la contraparte de Dios y el infierno; para mí no existe tal lugar y mucho menos gobernado por el diablo, personaje creado por el ser humano para justificar sus malas obras.
Sin embargo, si nos ponemos del lado de Andrés García para justificar su dicho, podemos decir que si, que este mundo, el que nos toca, el México de ayer, hoy y siempre es el mismísimo infierno y para tal afirmación analicemos a detalle los pormenores de vivir en este mundo loco y convulsionado, pero más nuestro territorio nacional.
Sin duda, para que el infierno sea atractivo a los ojos de la mujer y hombre, debe tener un paisaje maravilloso, fauna extensa y una riqueza natural envidiable. Mares, océanos, bosques, selvas y todo lugar digno de pensar que es el mismísimo cielo en la tierra; mas no se necesita al rey de las tinieblas, al diablo en persona para que nos haga pasar penurias en la tierra, es el ser humano el que se encarga de torturar a su homólogo, de que viva en un estado de sufrimiento permanente.
Si viéramos desde una toma aérea a México sin humanos, nos daríamos cuenta que es un territorio hermoso, con paisajes como si fueran pintados por artistas; pero la realidad es otra, contaminamos sin cesar el agua, la tierra y el aire. No tenemos consideración por los demás. Compramos autos para poder circular todos los días. Infringimos la ley como si fuera deporte extremo y nos sentimos héroes al hacerlo. Ignoramos la pena ajena, no ayudamos en la mínima tarea vecinal para una mejor convivencia. Somos intolerantes a todo y a todos.
Por si fuera poco, los políticos se han vuelto más cínicos y roban ya no a hurtadillas, sino a la luz de todo el mundo, sin importarles las consecuencias. Se han vuelto más mentirosos, corruptos y lideran grupos delictivos, delincuentes de “cuello blanco”. Por su parte, nosotros entramos a ese mundo corrupto y engañoso, puesto que sobornamos al policía, a la secretaria, a los inspectores, no hay nivel gubernamental “limpio” o que no se pueda corromper.
Por supuesto que este es el infierno, vivimos encerrados en una mazmorra llamada hogar, donde sólo hay una entrada y salida, con rejas en las ventanas, alarmas y cámaras de vigilancia. Vivir en “zonas exclusivas” no te hace inmune al “infierno”, sólo será más “brillante”, pero el calor es el mismo. Vivimos enclaustrados en nuestras casas, mientras los delincuentes reinan en la calle. Nos tenemos que cuidar hasta del sistema de transporte de nuestra ciudad, ya no se sabe quién nos llevara al lugar deseado o se desviara para hacer pasar un infierno sin poder regresar a casa.
No me gusta ni el rol de víctima, mucho menos de victimario, sólo espero que su estadía mi queridísimo lector en este infierno llamado Tierra, no sea tan severo como a veces pareciera. Sólo recuerde que su paso por la tierra tiene fecha de caducidad, así que disfrutemos el momento, el cielo nos espera.