La semana pasada, por separado, las cúpulas perredista y panista resolvieron el método que aplicarán para seleccionar a su respectivo candidato presidencial, en caso de que el Frente Ciudadano, que no es tal sino anticipo de coalición electoral (lo que la ley no permite), no se concrete.

Los perredistas fueron los primeros, y los únicos, que antes eligieron a su dirigente nacional en comicios internos organizados por el INE, lo que les costó más de 100 millones de pesos. El así electo (Carlos Navarrete) se vio obligado a dejar el cargo después de la desaparición forzada de los 43 normalistas. Como el PRD está quebrado, las tribus sobrevivientes decidieron, esta vez por unanimidad, elegir a su abanderado en la próxima contienda presidencial por el método de votación en el Consejo Nacional. Adiós al discurso ciudadano, similares y conexos.

Por su parte, advertidos de no echarle gasolina al incendio que afecta su casa, los panistas se fueron por la tradición iniciada en 2000; optaron por el método de selección interna reservada a afiliados, en centros de votación, con boletas y urnas. Sus Estatutos y reglamentos regulan a detalle ese procedimiento, que usaron, de manera simbólica, en 1999 (Fox fue precandidato único) y de manera real en 2005 y 2011.
El problema del método sigue siendo el nudo gordiano a desatar para encontrar una solución en las pláticas entre azules y amarillos. No es un asunto técnico, es un problema político mayúsculo para los dirigentes del PAN, encabezados por Ricardo Anaya, advertido que los perredistas lo podrían chamaquear, aliados con Rafael Moreno Valle.

En efecto, el ex gobernador poblano, famoso por haber pagado la campaña de promoción editorial más cara de la historia mundial (para anunciar un libro que se regala), sigue proponiendo que el método para elegir al candidato de la eventual coalición PAN-PRD sea mediante el voto directo de afiliados y simpatizantes, o sea de todas y todos los que quieran votar.

El problema es que con ese método, los Chuchos perredistas, con una pequeña ayuda de su viejo socio Dante Delgado (MC) podrían comerle el mandado a Ricardo Anaya y quedarse con la candidatura, no para alguien de ellos, sino para su nuevo socio y mecenas, Rafael Moreno Valle.

Un apotegma de la política es que el que no sabe contar, no cuenta. El poblano y sus apoyadores han hecho las cuentas y creen que en una interna abierta pueden quedarse con el pastel y las velitas. Su cuenta es muy sencilla, y por ello mismo contundente. En una elección interna abierta para definir al candidato de la alianza, cabe suponer que los primeros interesados en votar serán los afiliados de cada partido coaligado.

Según las cifras que hace poco dio a conocer el INE, el PRD tiene 5,254,778 afiliados y MC 468,946; por su parte, el PAN cuenta con apenas 378,838. Si en una elección interna interna, como la que proponen Moreno Valle y sus amigos, solo votaran los afiliados del PAN y los de MC, Dante Delgado podría ganarle a Ricardo Anaya. Si vemos la relación de fuerzas entre amarillos y azules, resulta que los afiliados al primero superan a los segundos en una proporción de casi 14 a 1. En otra cuenta: bastaría con que el 10 por ciento de los afiliados perredistas votaran en la interna de la alianza, sin que sea necesario que vote un solo afiliado a MC, para definir por sí mismos al candidato o candidata. No es un problema de que el PRI vaya a meter la mano para mecer la cuna, es que el PRD puede controlar la cuna, la cama y toda la casa.

Como Ricardo Anaya sabe contar, no se va a dejar chamaquear. El problema seguirá siendo el método. Las encuestas son una salida, pero en falso para los panistas. La propuesta perredista será que cada uno ponga un encuestador, con lo que entre MC y PRD tienen ventaja de 2 a 1.

Si quieren que haya acuerdo, no quedará otra que decidir, por acuerdo político, quién será el candidato presidencial de la alianza de izquierdas y derecha, y luego idear un método que consagre la decisión cupular. Así es esto de hacer cuentas.