“Por favor permítame presentarme, soy un hombre de riqueza y gusto…”
Keith Richards, Mick Jagger
¿Habría yo aceptado entrevistar al Chapo? La pregunta me la hacen constantemente y mi respuesta es siempre “Sí”. Mi trabajo es obtener información, ponerla en contexto y compartirla. Entrevistar a los personajes de la noticia, buenos o malos, es parte fundamental de esta labor. ¿Acaso Dante no bajó al infierno para ver al propio Satanás y documentar su Divina comedia?
Me parece absurdo cuestionar a Sean Penn por haberse reunido con El Chapo para preparar una entrevista. Puede haber críticas sobre la calidad del trabajo periodístico, pero no sobre la oportunidad de entrevistar al criminal más buscado del mundo. En cuanto a los contactos de Kate del Castillo con El Chapo para hacer una película, tampoco se le puede criticar. Hacer un reportaje no es un crimen como no lo es producir una película.
Ni Penn ni Kate entablaron contacto con El Chapo para distribuir droga o para ayudar al criminal a escapar. No hay pruebas de que alguno haya recibido dinero del capo. Pero algunas autoridades parecen querer procesarlos por encubrimiento y en particular por no haber informado a las autoridades de su contacto con El Chapo para facilitar su localización. Hay quien plantea que el delito cometido es apología del delito. Me preocupa, sin embargo, que en lugar de perseguir al crimen algunas autoridades prefieran sancionar a quienes hablan, escriben, filman o cantan sobre él.
El artículo 400 del Código Penal Federal considera una pena de cárcel de tres meses a tres años, y una multa de 15 a 60 días de salario mínimo, por el delito de encubrimiento. Estas penas se aplican al que, entre otras conductas, “preste auxilio o cooperación de cualquier especie al autor de un delito”, “oculte o favorezca el ocultamiento del responsable de un delito” o “no procure, por los medios lícitos que tenga a su alcance y sin riesgo para su persona, impedir la comisión de los delitos que sabe van a cometerse o se están cometiendo”. La redacción es suficientemente ambigua como para utilizarse en contra de los actores.
Si Kate recibió dinero del Chapo para su película, o si el avión en que Penn se trasladó a México era del narcotraficante o fue fletado por él, se podría acusar a ambos de realizar operaciones con recursos de procedencia ilícita. La ley en Estados Unidos prohíbe también cualquier transacción financiera con personas en una lista negra, y El Chapo y sus presuntos asociados están en esa lista.
Aun así, me parece una tontería desviar el esfuerzo del combate al narco o a la violencia para emprender acciones contra actores, actrices, periodistas o productores. El reportaje de Penn para Rolling Stone Magazine es un ejemplo de mal periodismo, como lo fue la “no entrevista” de Julio Scherer con el Mayo Zambada en 2010 para Proceso, pero el mal periodismo no debe ser un delito.
Para algunos la crónica adulatoria de Penn o el intento de Kate hacer una película sobre El Chapo son casos de apología del delito. El artículo 208 del Código Penal Federa sanciona “al que provoque públicamente a cometer un delito, o haga la apología de éste o de algún vicio”. Pero castigar a alguien por expresar sus puntos de vista es inaceptable en una sociedad que pretende ser libre.
El gobierno mexicano debe cumplir con su responsabilidad de combatir el crimen y en particular la violencia. Pero usar recursos públicos y la fuerza del Estado para castigar un mal reportaje o un proyecto cinematográfico de una actriz/productora embelesada con un criminal, no sólo es una mala estrategia sino un atentado a la libertad de pensamiento y de expresión.
Caída sin fondo
¿Qué tanto puede caer el precio internacional del petróleo? De manera indefinida. En 2015 la producción de crudo y otros hidrocarburos líquidos subió 2.5 por ciento para alcanzar 95.71 millones de barriles diarios. El consumo aumentó 1.4 por ciento hasta 93.77 millones (eia.gov). La diferencia, de 1.94 millones de barriles, se acumula diariamente a inventarios que están ya a reventar.
