El domingo pasado la excandidata presidencial Josefina Vázquez Mota solicitó registro como precandidata a gobernadora del Estado de México; al hacerlo sus palabras fueron las de quien está segura que será candidata. Así lo apuntan las encuestas que el presidente de su partido mandó a hacer, y otras que se alinearon, como estrellas en el firmamento, para apuntar hacia ella como la elegida blanquiazul.

Por recato Ricardo Anaya no acudió al evento de la precandidata, a la que tanto tuvo que rogar para traerla de vuelta a México. Josefina dejó la tarea de apoyar a los mexicanos radicados en Estados Unidos, para la cual contó, por varios años, con el inédito respaldo de la SRE y abundantes  recursos de la SHCP. Cabe preguntar por la evaluación que esas  dependencias tienen del uso de los recursos entregados a la hoy precandidata, estimados en más de 900 millones de pesos. También procede preguntar a la Auditoría Superior de la Federación en el mismo tema.

Que la señora Vázquez Mota no tenga duda alguna: en campaña, o antes,  le serán exigidas cuentas por los recursos públicos que le fueron confiados. El tema está presente, desde hace tiempo, en medios de comunicación y redes sociales. Hoy más que antes ella está obligada a rendir cuentas y ser transparente, como lo reclamó en sus andanzas opositoras y ofreció luego como candidata presidencial del entonces partido en el gobierno. Quizá sus correligionarios y amigos estén seguros de que  Josefina no tiene nada que ocultar, ni cola que le pisen, pero eso no basta. Hay quienes hablan de un pacto en Los Pinos, que incluye el silencio del PRI al respecto. No creo que el Presidente acepte el suicidio político como precio para salvar su futuro.

Un hecho singular es que la excandidata presidencial, la primera que tuvo posibilidades de victoria, ahora se postule para un cargo de menor rango en la jerarquía política. Lo usual ha sido, en México y en otros lares, que un gobernador, retirado o en funciones,  busque la candidatura presidencial. En el sexenio de Zedillo vimos los casos de Francisco Labastida, Roberto Madrazo y Manuel Bartlett. Cuauhtémoc Cárdenas había sido gobernador de Michoacán (PRI) antes de su primera candidatura presidencial (1988) y la tercera (2000) la obtuvo dejando vacante la jefatura de Gobierno del DF, como lo hizo 6 años más tarde Andrés Manuel López Obrador.

Antes de ser candidato presidencial Vicente Fox fue gobernador de Guanajuato, como gobernadores de sus estados fueron otros panistas que sin alcanzar esa posición la buscaron, como Francisco Barrio y Alberto Cárdenas. Mirando hacia el 2018 hoy otros ex gobernadores siguen la misma ruta; de manera explícita Rafael Moreno Valle y  Ernesto Ruffo. Faltan otros por decir “yo quiero”, como los gobernadores de Guanajuato (PAN) y del Estado de México, Eruviel Ávila, que se juega su futuro en el resultado que obtengan  Josefina y Defina, las dos mujeres que harán frente -no común- al candidato de su partido, Alfredo del Mazo. En fin, que Josefina no buscará la grande sino hacer la chica.

A pesar de sus fracasos, aquí y en otros lares, las encuestas de intención de voto siguen apareciendo en primeras planas en los diarios de esta ciudad y de varias capitales estatales, salvo Toluca. Al leer las del Edomex confirmo que para volver a considerarlas instrumentos de medición confiable será necesario que sus autores expliquen, por ejemplo,  las preguntas y careos utilizados, pero sobre todo las diferencias que, en cuestión de días, se presentaron entre ellas.

En reciente encuesta leímos que Josefina va en caballo de hacienda (sin mayúscula); otra decía que Morena cuenta, en el Edomex, con mayoritaria preferencia (se especula que Delfina Gómez, su candidata, puede emular lo alcanzado por su partido en Veracruz e incluso que López Obrador le coordinará la campaña). Pero otra acaba de dar resultados que reparten a tercios la intención de voto de los mexiquenses. Ni a cual irle.

Encuestas hay y habrá para todos los gustos; por fortuna no votan.