La segunda vuelta electoral
 
Hace (82) meses
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Conforme la cultura democrática –al menos la electiva— ha ido creciendo y afianzándose en el país, los resultados electora, les se han vuelto también cada vez más cerrados y las contiendas más reñidas.
Más allá de lo que los tribunales decidan respecto a las elecciones de Edomex y Coahuila, y pese a los señalamientos de desigualdad y uso de recursos públicos para impulsar candidatos oficialistas, los resultados con ventajas de cinco puntos o menos serán más comunes.

Y aunque ello habla de la salud democrática, donde la afluencia a las urnas es mayor cuando se perciben posibilidades de cambio, como en Nayarit, o de una contienda cerrada, como en Edomex y Coahuila, también puede restarle margen de maniobra a los ganadores que, en consecuencia, no alcanzan una mayoría real que legitime y respalde sus gobiernos.
Con tres partidos fuertes y un cuarto que puede sorprender, el triunfador de una elección cerrada lo hace con un tercio de los votos, y tiene entonces más del 60 por ciento del electorado en contra.
Ese es el argumento principal de quienes impulsan una segunda vuelta electoral, donde como en otros países –Francia como el más reciente ejemplo—, si nadie alcanza el 50 por ciento más uno de los votos, los dos punteros se enfrentan a esa segunda cita en los comicios para que con una triunfo mayoritario se dé más fuerza al ganador.
Pero limitarse el también llamado balotaje haría simplista la propuesta. Creo que, muy a la manera de lo propuesto por Manlio Fabio Beltrones, esta iniciativa debe fomentar auténticas alianzas de gobierno y no solo electorales, donde dos o más fuerzas políticas compartan una plataforma de gobierno, negocien la formación de un gobierno, tengan una agenda legislativa conjunta y objetivos que den viabilidad a un proyecto con visión y objetivos claros.
Desde la segunda mitad de la presidencia de Ernesto Zedillo, la pluralidad política se ha convertido en signo de fortaleza democrática y al mismo tiempo el mayor obstáculo para que el Ejecutivo pueda llevar adelante sus políticas públicas.
La única pausa en este sentido fue el Pacto por México, que murió prematuramente ante los escándalos de corrupción del peñanietismo y las vergonzantes administraciones de los bebesaurios tricolores en Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, entre otros.
¿Es pronto para hacerlo o se agota el tiempo para que ocurra en 2018? Los legisladores nos han demostrado que pueden sacar adelante proyectos con celeridad cuando hay una auténtica apertura al diálogo y la negociación.
La auténtica pregunta es si PRI y Morena, que se han opuesto sistemáticamente a esta posibilidad, estarían dispuestos a darle legitimidad y sobre todo viabilidad a quien triunfe el año próximo.
Creo que, si hay en realidad interés por el bien de México y por un futuro mejor para nuestra nación deberían abrirse a la segunda vuelta, o por sí misma sino por la posibilidad de negociar en conjunto para construir un proyecto plural que haga posible una Presidencia con un margen de acción que destrabe los intereses, muchas veces mezquinos, que han frenado el desarrollo de nuestra nación.

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