La traición, la decepción
 
Hace (79) meses
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El futbol es un juego de pasiones. Quienes somos aficionados de un equipo experimentamos un cariño como ningún otro por algo tan irracional como un equipo de futbol. Muchos dicen, incluso, que el aficionado puede cambiar de novia, partido político o religión, antes de siquiera pensar en cambiar los colores de su camiseta.
Y como buenos enamorados, los hinchas no quieren que nada ni nadie le
haga daño al objeto del amor. Así, la pasión puede verse desbordada en casos en que un futbolista, convertido en ídolo del club o promesa naciente, pasa de un equipo a otro.
Normalmente, la cosa no pasa de un enojo furtivo que desaparece cuando alguien llega a ocupar el puesto vacante. Sin embargo, cuando el destino del exiliado es uno de los odiados rivales, el odio alcanza niveles insospechados, aun tras varios años de la traición.
Así pasó el día de ayer con los seguidores del Atlético de Madrid y la placa de Hugo Sánchez en el estadio Wanda Metropolitano, nueva casa de Los Colchoneros. Hugol llegó a la disciplina rojiblanca en 1981, proveniente de los Pumas de la UNAM, y, aunque recibió insultos racistas a su arribo, se ganó el respeto y la admiración de los aficionados a fuerza de goles.
En el verano de 1985, ocurrió una de las mayores afrentas que ha sufrido la hinchada colchonera. Por aquel entonces, el Real Madrid quería hacerse de los servicios de Sánchez a como diera lugar y, aunque Vicente Calderón, presidente del Atleti, no quería venderlo, el hecho de que su contrato estuviera cerca de vencer y pudiera irse gratis forzó al dirigente a sentarse para negociar.
Así, las tres partes decidieron que lo mejor era vender a Hugo a los Pumas para que, inmediatamente después, los Merengues lo compraran al equipo mexicano. Todos felices y contentos… excepto los aficionados. El resto de la historia es conocida: Hugol se convirtió en leyenda con el Real Madrid.
A 32 años de distancia, la opinión de la comunidad rojiblanca sigue siendo un tanto negativa respecto a Hugo. Así quedó claro el día de ayer, en el primer juego del Atlético en su nueva casa.
El estadio Wanda Metropolitano lució placas conmemorativas para honrar a leyendas del equipo y a alguien se le ocurrió que sería buena idea poner una del exfutbolista mexicano.
Como era de esperarse, la reacción de
los asistentes no fue la mejor, la placa
de Sánchez fue pisoteada por los aficionados y lució manchada de tierra y con restos de basura, con lo que quedó claro que los de Manzanares no han perdonado al mexicano.
Es un tema del que se ha discutido mucho a lo largo de la historia del futbol, pero queda para la polémica de si los futbolistas, al enrolarse con un equipo, deberían renunciar a fichar por el odiado rival. Hugo no fue el primero ni será el último que lo haga y nosotros, como aficionados, debemos entender que, antes que jugadores, son profesionales con todo el derecho a dirigir sus carreras a dónde más les convenga. Por lo pronto, ni creo que a Hugo le afecte mucho y, si lo hace, siempre le quedará el consuelo de que al menos a él no le aventaron una cabeza de puerco.

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