Las muchas muertes de Mozart
 
Hace (98) meses
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La inmortalidad de Mozart se mide en la vigencia de su música y en las agonías que se le atribuyen. La modernidad lo resucita para imaginarle muertes. Su biógrafo Wolfgang Hildesheimer señala que eso proviene de un hecho esencial: el genio sabía que el fin estaba cerca.

Mozart murió después de componer el Réquiem encargado por un mensajero vestido de negro que visitó al compositor en tres ocasiones sin revelar quién pagaría el encargo. De acuerdo con la leyenda, el compositor entendió, ya enfermo, que escribía su propio réquiem.

Poco después se suicidaron dos amigos de su logia masónica. Esto despertó hipótesis sobre un pacto secreto o una conspiración. Otra teoría asoció su destino con el compositor Antonio Salieri.

Hildesheimer comenta que las frases atribuidas a los moribundos son exageradas y que, en el caso de Goethe, la exclamación “¡Más luz!” tal vez se refería al deseo de que abrieran la ventana. La posteridad prefirió entender esta sencilla petición como una insaciable sed de sabiduría. En lo que toca a Salieri, cuentan que en estado demencial aseguró haber envenenado a Mozart.

El suceso llegó a oídos de un célebre duelista, Pushkin. En su relato El disparo, el fundador de la literatura rusa dejó una impecable parábola sobre dos duelistas. De acuerdo con los protocolos de la violencia caballerosa, el más agresivo aprovechó el privilegio de disparar primero y falló el tiro. El segundo tirador tenía la oportunidad de matarlo, pero decidió conceder un perdón humillante: apuntó hacia el agujero que la bala había abierto en la pared y disparó exactamente ahí, demostrando la impecable puntería con la que no lo había matado. Años después, el propio Pushkin moriría en un duelo.

Una de sus más breves e influyentes obras es el drama Mozart y Salieri, que comienza con la frase: “Se dice que en este mundo no existe la verdad”. Para explorar esta sentencia, Pushkin escribió una resistente calumnia. Salieri le ofrece una copa a Mozart, quien, siempre precoz, la trasiega de inmediato. “¡Has bebido sin esperarme!”, le reprocha Salieri, que lleva años viendo cómo el joven colega se le adelanta en todo. Poco después, Mozart fallece.

Peter Shaffer popularizó este infundio en su obra de teatro Amadeus, que Milos Forman llevó al cine. La disputa entre un compositor inimitable y un colega menor era demasiado atractiva para no ser explorada.

El efecto secundario de esta fantasía fue que satanizó a un compositor que -ironía de ironías- Mozart envidió cuando le ganó un par de puestos en la corte vienesa. No han faltado quienes se nieguen a tocar a Salieri por el supersticioso temor de atentar contra el dios de la música.

El pasado 10 de enero, el Schwäbische Zeitung dio a conocer una partitura hallada en Praga que prueba que los supuestos enemigos trabajaron juntos. Para la recuperada salud de Ofelia es una cantata con poemas del veneciano Lorenzo da Ponte, que escribió los libretos de Don Giovanni, Così fan tutte y Las bodas de Fígaro. El tema de la cantata desafía la leyenda. Según informa Pablo L. Rodríguez en El País, en 1785 la cantante inglesa Nancy Storace perdió la voz durante la representación de una ópera. Tardó cuatro meses en recuperarse y esto obligó a posponer su interpretación de Ofelia en la ópera de Salieri La gruta de Trofonio. Para celebrar su regreso, Mozart y Salieri escribieron la cantata. Luego Storace sería la Ofelia de Salieri y la primera Susanna de Las bodas de Fígaro. Unidos para proclamar el resurgimiento de una voz, Mozart y Salieri serían mitificados como rivales.

La partitura hallada en Praga elimina conjeturas, pero no acabará con la fantasía del genio asesinado por su competidor. Con la capacidad de vigilancia de quien teme ser destronado, Lope de Vega escribió: “De poetas, muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote”. Nadie interpreta mejor que un adversario. Antes de la aparición del Quijote, Lope advirtió que esa obra podía eclipsarlo. En un soneto Quevedo dijo de él: “La envidia su verdugo y su tormento”.

El duelo entre los compositores no dejará de suceder en la imaginación, pero acaso la víctima sea otra. Como en el poema de Quevedo, Salieri fue el máximo admirador de “su verdugo y su tormento”.

 

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