Cuántos votos valen, juntos o separados, los 3 gobernadores perredistas y el jefe de Gobierno de la CDMX, que no lo es? Sospecho que no los suficientes como para infundir entre sus huestes ánimos
de triunfo.
Arturo Núñez (Tabasco), Graco Ramírez (Morelos) y Miguel Ángel Mancera (CDMX) concluirán sus mandatos el año que entra; ninguno de ellos puede dormir confiado en que el aval de sus conciudadanos refrendará la preeminencia del PRD, solo o acompañado, en esos lares. En Michoacán a Silvano Aureoles nadie lo entiende, dice que quiere jugar como precandidato presidencial, sabiendo que el PAN jamás lo apoyará, y que de alcanzar, solo con PRD, esa meta, lo hundiría al cuarto o quinto lugar. Lo que Silvano parece querer son vacaciones.
Pensé lo anterior al leer en Reforma de ayer (p.4) el reciclaje del anuncio realizado hace algunas semanas por Alejandra Barrales (PRD) y Ricardo Anaya (PAN), cuando en lugar de la alianza de facto en el Estado de México, anunciaron su intención de constituir lo que ahora los dirigentes de lo que queda del partido del sol azteca llaman el “frente amplio opositor” (Porfirio Muñoz Ledo le llama, con sorna, “frente holgado”).
Sabe hasta Perogrullo que las alianzas políticas, como las guerras, se discuten y diseñan en secrecía, sin los reflectores puestos sobre los estrategas. Anunciar una y otra, y otra vez, la alianza de los opuestos, hace que el desgaste de la idea sea mayúsculo, cuando ni siquiera están puestas las primeras reglas de ese juego, en el que por ahora sólo están interesados el PAN y el PRD. En efecto, los malagradecidos (con el PRD y PRI) del PT ya optaron por ir a lo seguro, sabedores que de la charola de Morena caerán suficientes migajas como para permitirles seguir con el negocio. Por su parte, el partido de Dante Delgado (MC) alienta la idea del llamado “cuarto polo”, que nadie sabe qué es, ni en dónde queda.
No es lo mismo participar en una alianza con el PAN de contraparte, que sumarse al blanquiazul y su candidato, que es lo que, para todo fin práctico, están dispuestos a hacer los sonrientes dirigentes de lo que queda del PRD. Se rumora que la verdadera división entre las tribus amarillas tiene por causa las querencias por Rafael Moreno Valle o Ricardo Anaya, en tanto que optar por Margarita Zavala se da por imposible. Por ese motivo se anticipa que el pleito será por el método para decidir al panista que se pintará de amarillo.
Los que apoyan a Moreno Valle lo respaldan también en su posición de que el candidato aliancista se decida en una consulta abierta a todos los ciudadanos que quieran participar, con o sin afiliación a los partidos aliados; mientras que quienes se la juegan con Ricardo Anaya lo apoyan en que solamente voten los afiliados.
El pequeño detalle es si en el segundo escenario blanquiazules y amarillos votarían en la misma urna, o primero cada quien hace su interna, y luego deciden quién es el candidato del PAN a registrar. Ya sabemos que el diablo está en los detalles y ahora también en las instituciones electorales, como se advirtió en estas páginas.
Creo que la alianza del PRD con el PAN provocará que la mayoría de los electores aún fieles al primero dejen de serlo para migrar a Morena, o quizá a un independiente, si es que llegara a surgir. Todo apunta a que el PRD tiene asegurado el porcentaje mínimo para conservar su registro en 2018; lo que no veo es que pueda conservar el gobierno de la CDMX y menos aún los de Morelos y Tabasco, incluso en alianza con el PAN y candidatos amarillos en los tres casos.
La alianza con el PAN en 2018 puede ser el camino a la extinción de lo que queda del PRD, por inanición de votos, hasta quedar convertido en un remedo de lo que fue, hace años, el PST/PFCRN. No hay frente amplio que alcance para ocultar la crisis y descomposición que afectan al partido que decía haber nacido el 6 de julio de 1988, aunque su acta de nacimiento diga 5 de mayo de 1989.
Posdata. Los partidos políticos son creaturas mortales.