Los abusos de la fe (Revelación)
 
Hace (83) meses
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Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”- Mateo 19:14.
Sin duda, los tres sacramentos más importantes del catolicismo son el bautismo, la confirmación y la primera comunión o eucaristía; al menos son los que la sociedad te impone para llevar acabo con tus vástagos desde su nacimiento hasta la infancia, no más allá. Es bien visto dentro de la comunidad católica que cumplas esos “requisitos” para con tus hijos, así limpiaras de todo “pecado original” y harás una buena familia cristiana.
Como ya lo había comentado en cierta ocasión, acompañé a mi madre a diversas iglesias, desde la tradicional católica, a los evangelistas, mormones, y demás religiones existentes. Mi mamá siempre en la búsqueda de aliviar sus penas y acercarse más a Dios, pero siempre cercana a la religión católica; así es que, yo debía cumplir con los requisitos que aquella demandaba. Entre los 9 y 10 años de edad, junto con bastantes niñas y niños de mi edad, me presenté a las clases del catecismo en una iglesia cercana a la casa donde vivíamos.
Desde pequeño siempre me ha gustado la arquitectura de las iglesias, su majestuosidad me impactaba, hasta la fecha me siguen maravillando sus enormes columnas y cúpulas, además de todo su embellecimiento interior. No era para mí ningún sacrificio ir a las clases del catecismo, puesto que me ponía a jugar y corretearnos en el atrio de la iglesia con los niños que llegaban antes. Además del atrio, a veces nos entrometíamos a ciertas áreas que no eran muy concurridas, como el bautisterio, las oficinas y los patios traseros de la iglesia. Teníamos un poco más de acceso que cualquier feligrés común; no era el único al que le atraían los recónditos lugares de aquella edificación franciscana. Todo era muy normal.
El catequista que nos daba las clases era una persona adulta, era el sacristán; bastante conocido en la iglesia, no era un improvisado, muy amable y servicial. Nos enseñaba todo lo que debíamos saber acerca de los principios básicos de la comunión y los 10 mandamientos. Todos nos llevábamos bien con él, mostraba cariño a todos por igual. Se acercaba el día de la primera comunión y, nos había comunicado que una semana antes, en sábado, tendríamos que ir al confesionario con el padre y confesar todos nuestros pecados, explicándonos que debíamos considerar como pecados, a nuestra corta edad, tales como robar o mentir.
El ultimo día, en esa semana anterior a la confesión, llegue temprano para ver a mis amigos del catecismo, pero no había llegado nadie, así es que me adentré en la iglesia para ver si estaban ahí, pero no. Sólo estaba el catequista, con el que me encontré cerca del pulpito y empecé a platicar sin ningún temor, pero poco a poco se acercó a mí abrazándome y sentándose él en una silla, me sentó en sus piernas acariciándome, y besándome en la boca. Fueron unos instantes de desconcierto total para mí, no supe cómo reaccionar, pero sabía que eso estaba mal. Regresé a casa y decidí no decirle a nadie.
No le dije nada a mi mamá y el sábado que era esencial ir a confesarse para poder hacer la primera comunión, no asistí a propósito; ¿cómo iba a confesarle al padre lo que había ocurrido? A la semana siguiente acompañaba a mi madre por la calle, cuando vimos al sacristán en los jardines de la iglesia, preguntó qué porqué no había ido, a lo que mi mamá quedó sorprendida, pero afortunadamente no se molestó. También le dijo que cuando quisiera podía hacer la primera comunión sin ningún problema. Nunca regrese y por fortuna mi madre no insistió. Jamás la hice.
Años más tarde nos enteramos de que el sacristán había muerto, a lo cual sentí un alivio enorme. Guardé ese recuerdo en mi memoria por más de 20 años, hasta que me resurgió en una terrible época de depresión personal. Ahora, más de 35 años después, tengo el valor de confesarlo en estas líneas; no fue fácil, pero si necesario. Vivamos juntos el aquí y

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