El año pasado recordé en este espacio que la propuesta del presidente Enrique Peña Nieto para desaparecer las policías municipales había sido congelada por el Senado de la República. Entonces, se alertaba sobre la falta de control en las cooperaciones de seguridad municipal, provocando acontecimientos violentos en Michoacán, Guerrero y Morelos.
Lo que fue anunciado con bombo y platillo en 2014 parecía no se cumpliría por cuestiones meramente políticas. Ahora, el debate se ha vuelto a reactivar y todo parece que de manera apresurada el Congreso de la Unión aprobaría una ley que permitiera consolidar dicho proyecto.
La iniciativa que envió el presidente el 1 de diciembre de 2014 al Senado cumplió. Hace unas semanas, los gobernadores priístas, aglutinados en la Conago, presentó al Senado su propuesta en materia de policía única estatal, que plantea el desarme de manera temporal de los más de mil 800 cuerpos de seguridad municipales en el país.
La propuesta pide que los policías municipales del país actúen sin armamento y su función sea hacer cumplir los bandos, reglamento y buen gobierno, una especie de policía, lo cual, creo, sería una locura de no reforzarse los cuerpos estatales.
No se trata de acomodar lo que hay, sino de reformarlo. Las policías municipales deben desaparecer, no convertirse en policías de salva.
México necesita una reforma profunda en materia de seguridad, que incluya la función de los municipios y delimite la participación de las fuerzas armadas. No se trata de quedar bien con todos, sólo con la ciudadanía.
Si los alcaldes quieren tener su policía, que sea para vigilar a los ciudadanos, no como servicio particular de escolta para ellos y sus familiares.

PD. La iguladad se confundió con equidad y eso lo comprobaron los partidos.