Miro el retrato de bodas de mis abuelos.
Mi abuela está sentada en un sillón de Viena. Sostiene en una mano su ramo de novia y en la otra un abanico. El abuelo está en pie. Tiene en la mano izquierda su sombrero, y ha puesto la derecha sobre el hombro de su desposada. Los dos miran al frente, de modo que su mirada te sigue cuando pasas frente a ellos.
Algo extraño me sucedió la otra noche. Dejé abierto el postigo de la sala, y como había empezado a llover temí que el agua entrara y mojara el piso de madera. Encendí la luz y vi que en la fotografía los abuelos no estaban viendo al frente: se estaban mirando uno a otro. Ella lo veía a él, y él a ella. Cuando el resplandor del foco los iluminó dejaron de mirarse y rápidamente volvieron a fijar la vista donde la tenían.
No me digan que esto es imaginación o invento. Hagan la prueba con la foto nupcial de sus abuelos o sus padres muertos. Estoy seguro de que verán lo mismo que vi yo. Lo que sucede es que el amor dura más que la vida. Hagan la prueba.
¡Hasta mañana!…