Mirador
 
Hace (80) meses
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Cuando el simún sopla en el desierto los beduinos miran un espejismo misterioso.
A veces adopta la forma de una hermosa mujer que ofrece su cuerpo a la lujuria largamente contenida de los hombres que habitan ese páramo. Otras veces semeja un oasis donde hay un aljibe de aguas claras que pueden saciarse cualquier sed. En ocasiones el espejismo toma la apariencia del dios de los creyentes.
Aquellos que ven ese espejismo corren hacia él, y el viento abrasador los enloquece. No encuentran ya el camino de regreso y mueren. Las arenas los cubren en minutos, y de ellos no queda seña alguna.
Cuando eso sucede el espejismo se convierte en el rostro de un hombre que ríe. Su risa es cruel, siniestra, como de alguien que ha vengado un antiguo agravio. Nadie puede decir de quién es ese rostro, ni qué ofensa fue la que provoca su venganza. Sólo se sabe que el rencor del agraviado es eterno. El odio que siente por los hombres jamás se acabará. Por eso cuando el simún llega los beduinos se cubren el rostro con su manto y cierran los ojos para esperar que el viento cese. Tampoco el viento cesará.
¡Hasta mañana!…

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