“El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad.”
William Osler
Este lunes pasado conocí personalmente a un médico que me impresionó. Me mostró el hospital público por el que ha luchado siempre y que ha ayudado a transformar en los últimos años. Poco después me tocó verlo salvar una vida.
El doctor Mucio Moreno Portillo es el director general del Hospital Manuel Gea González, en el sur de la Ciudad de México, uno de los más antiguos del país. La institución se creó el 23 de noviembre de 1946 para pacientes con tuberculosis, por lo que este 2016 cumplirá 70 años.
El hospital se inauguró el 19 de mayo de 1947 y empezó a recibir pacientes el 1 de septiembre de ese año. Durante un tiempo fue sede del Instituto Nacional de Neumología. En 1972 se convirtió en hospital general y, en 1988, se emitió el decreto con el que funciona hoy en día. Ya no se especializa en tuberculosis o pacientes neumológicos, sino que ofrece servicios médicos y quirúrgicos diversos y complementarios a los de los vecinos institutos nacionales de salud.
En los últimos años Mucio Moreno, o el doctor Mucio como todos lo conocen, ha tenido la dirección general de la institución, la cual ha dado tradicionalmente servicio a personas que no tienen recursos ni pertenecen al IMSS o al ISSSTE. En los últimos años el hospital se ha incorporado al Seguro Popular, pero ahí llegan también los pacientes que no tienen ningún seguro.
El doctor Mucio me mostró el lunes algunas partes del hospital, hoy dividido en el área tradicional, la que empezó a dar servicio en 1947, y un ala recién construida. En el ala vieja está esa sala de urgencias legendaria en que se han salvado tantos miles de vidas. La sala sigue siendo funcional, pero se le notan sus 70 años de edad.
El ala nueva, en contraste, parece un hospital del primer mundo. Los espacios son grandes y luminosos. Los cuartos, si bien dan cabida a cuatro pacientes como en otros hospitales públicos, son más amplios y tienen divisiones que proporcionan una privacidad difícil de encontrar en sanatorios de gobierno. Los consultorios son modernos y prácticos. La fachada de esta nueva torre es muy atractiva desde un punto de vista arquitectónico, pero lo principal es que tiene un nuevo tipo de azulejo, diseñado por una firma alemana, que neutraliza las emisiones de contaminantes de la ciudad.
Mantener los servicios del Gea no es fácil. El hospital vive del erario, pero no se le permite, como a los institutos de salud, recibir aportaciones privadas. Ahí hay un punto en el que una reforma podría ser beneficiosa para la institución y para los pacientes.
Después de ver el hospital salí a comer a la exHacienda de Tlalpan con el doctor Mucio y mi sobrina Nuri Sarmiento, quien trabajó en el hospital. De repente una comensal de la tercera edad empezó a ahogarse con un pedazo de alimento. Los meseros buscaban desesperadamente a un médico. Mucio se puso de pie sin decir palabra, analizó la situación en un instante y con un fuerte apretón de costillas hizo que la mujer expulsara el alimento atorado en la tráquea.
Me sorprendió que, una vez que se recuperó, la mujer se quedó otro rato conversando con su hermana. Parecía no percatarse de la gravedad de lo sucedido. Cuando le pregunté a Mucio qué habría pasado si alguien no le hubiera hecho expulsar el alimento, me respondió: es muy probable que se hubiera muerto. Así de fácil es perder la vida.
Revolución fallida
Quienes piensan que la mejor forma de resolver los problemas de un país es una revuelta armada deben considerar el caso de la Revolución Francesa. Después de años de violencia y destrucción, el levantamiento que empezó el 14 de julio de 1789 sólo llevó a una nueva dictadura y a una monarquía encabezada por un líder revolucionario, Napoleón.
