No, no es normal que un hombre le grite a su mujer porque no le lavó la ropa o le hizo de comer. No, no es normal que un hombre le pegue a su esposa porque ésta le respondió o no hizo lo que éste quiere. No, no es normal que un hombre abuse de una mujer cuando ésta se encuentra vulnerable, tomada, drogada. No es normal que un hombre se case para que lo atiendan y le den lo que su madre le dio toda su vida. No es normal que nuestras mujeres deban subirse acompañadas al transporte público para llegar a casa. No es normal que debamos rezar cada vez que nuestras hermanas y esposas salen para que no sean víctimas de un abuso. No, no es normal que gritemos en la calle piropos. No, no es normal, aunque esté normalizado en nuestro entorno.
Escribió ayer Alejandro Hope en El Universal que Mara fue asesinada porque nadie en México le teme a la ley; por que, a pesar de toda la tecnología mediante la cual dejamos rastro y a sabiendas de que sería el primer sospechoso, el asesino confió en que nadie haría nada, pues en nuestro país “la impunidad es casi universal y supuso que su caso no sería la excepción”. Pero tampoco eso es normal, aunque la impunidad en este país se haya normalizado.
En Hidalgo la Procuraduría General de Justicia asegura que suman 13 feminicidios en lo que va del año; sin embargo, la organización Servicios de Inclusión Integral, Asociación Civil (SEIINAC) aseguró hace unos días que éstos suman por lo menos 27.
De acuerdo con el código penal federal, comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género. Se considera que existen razones de género cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias:
Cuando la víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo, se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia; cuando existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar del sujeto activo en contra de la víctima; haya existido con la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza; existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones; cuando ésta fuera incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida; el cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público.
No normalicemos más la violencia ni el acoso ni el abuso.