Este podría ser un tema de un análisis exhaustivo, pero por el momento me dedicaré sólo a proponer realidades alternas como las mostradas por el notario con licencia José Alfredo Sepúlveda Fayad, encargado de la Comisión de Derechos Humanos de Hidalgo. La tergiversación de la realidad, tropezones de lengua larga o simple ignorancia puede ser la tesis.
Así como en los ministerios públicos los funcionarios incapaces culpan a la mujer violada por usar ropa “llamativa”, nuestro abogado y ombudsman deduce que el hecho de que 72 de cada cien quejas interpuestas por supuestos abusos policiacos ante el organismo que representa se debe a una táctica meramente marrullera o a una mentira de parte de los ciudadanos.
Se le olvida la burocracia y la carencia de justicia que sí son una realidad en este país. Tal vez el vivir en un mundo paralelo llamado enriquecimiento ha llevado a éste, como otros funcionarios que tienen casa de decenas de millones de pesos, a percibir una realidad distorsionada. El 3 de abril este funcionario instó a los policías a denunciar el abuso del pueblo, que los lastiman y argumentó que ocho de cada diez quejosos mentían, usando la tortura y los abusos policiacos como tácticas legales.
Desde entonces, ante tales declaraciones faltas de sustento, Criterio se ha dado a la tarea de verificar con la misma comisión los datos, además de buscar una entrevista con el señalado notario, ante el temor de que esa realidad alterna en la que vive pudiera confundirse con una análisis bananero del que intenta quedar bien y dice la primer tarugada que le viene a la mente.
Y es aquí donde propondré una realidad alterna: el ombudsman de este estado accede a declarar sobre sus declaraciones, tal vez para aclararlas y reconocer que en ese momento, al portar un outfit de más de 15 mil pesos (por decir algo barato), la realidad le pareció confusa y dijo lo primero que se le vino a la mente. La realidad, sin embargo, es que el defensor de los derechos humanos se ha escondido de este medio para no decirnos que fue lo que quiso decir, motivado tal vez por la misma cerrazón que lo hace ignorar la realidad que está frente a él.