Muy lejanos están aquellos años, donde la violencia la veíamos solo en las películas; era lo más cercano que podíamos observar e imaginar, o hechos aislados que nos aterrorizaban cuando nos lo platicaban o veíamos en los diarios de circulación en el país. En contadas ocasiones las autoridades nos informaban lo que había sucedido a través de los periódicos, incluso la mayoría de esos eventos eran encubiertos por las televisoras a solicitud expresa de los gobiernos.
Muy atrás quedaron las películas de “los Almada” para contarnos que tan violento se había vuelto México. Lo de hoy es el internet y las redes sociales para ponernos al tanto minuto a minuto de los hechos delincuenciales que aquejan a todas las ciudades del país, en menor o mayor grado, pero no existe ciudad que se escape de la cotidianidad de la violencia generados en su mayoría por el narcotráfico.
Ya no son hechos aislados como sucedía en décadas pasadas, ahora es muy común enterarse e incluso ver actos como tortura, “levantones”, y ejecuciones, que afecta al ciudadano común. Se dice que antes existían “códigos” entre los narcotraficantes de no tocar a familias, infantes y población en general, pero ya no es el caso, ahora “agarran parejo”, ya no se detienen a ver quién sí o no esta involucrado con bandas rivales, están matando a mansalva sin respetar edad o sexo.
El saldo trágico del pasado fin de semana en Veracruz, que dejó 25 muertos (17 en un solo día, entre ellos cuatro infantes) en distintos puntos de la entidad, conmociono a todo el país. Deja claro que ya no importa que partido político gobierne, pues parece ser que no hay alternancia política que pueda frenar la violencia en el país. Todos los gobernantes se lamentan, dan discursos de apoyos a familiares de las víctimas y proclaman que harán una lucha frontal a los delincuentes, pero no hacen un frente común para terminar con la violencia que nos aqueja.
Secuestros, extorsiones, asaltos a mano armada, robo a transeúntes; infinidad de actos delictivos vivimos a diario ciudad por ciudad. En días pasados en un reconocido y lujoso restaurante de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, los clientes del lugar vivieron momentos de angustia, puesto que hombres armados arribaron al lugar y “levantaron” a 15 personas de sexo masculino, de las cuales solo 8 fueron liberadas horas más tarde, desconociéndose el paradero de los otros 7 sujetos.
Por desgracia, ningún sector se ha salvado, y el del periodismo ha vivido actos que ponen a México en un status de lugar peligroso para ejercer dicha profesión. Recién se dio a conocer la muerte de Salvador Adame, comunicador que llevaba 39 días desaparecido y que fue encontrado calcinado en una barranca en el estado de Michoacán. Con este caso se eleva a 128 la cifra de comunicadores asesinados desde 2000 a la fecha, de los cuales 8 han ocurrido en el transcurso de este año, siendo también muy sonado el caso de Javier Valdez en meses pasados, cofundador de Riodoce, quien fue baleado a unas cuadras de su oficina.
Estamos viviendo un México violento, algo a lo que no estábamos acostumbrados a ver ni en las películas, telenovelas o series de décadas atrás. Ahora parece que nos tenemos que ir acostumbrando a cuestiones de este tipo, puesto que hasta la televisión se ha vuelto más violenta; teleseries inundadas de crímenes y violencia que son enaltecidos por los espectadores. Mientras más sangrienta la televisión, más aceptada por la gente. No quiero decir con esto y afirmar que esto genere más violencia, pero pareciera que esta predominando el culto a la maldad.
Vengo de una generación donde las rencillas se arreglaban a golpes a la vuelta de la escuela y las trifulcas vehiculares se resumían a mentadas de madre a través de las ventanas de los autos, ahora ya un ciudadano común te saca un arma y amenaza con utilizarla. Los delincuentes no se tientan el corazón y asesinan a la menor negación de “colaborar”. Felipe Calderón nos entregó un México violento, pero Peña Nieto le está dando el título de cementerio. Vivamos juntos el aquí y el ahora.