Las encuestas de opinión no se equivocaron esta vez. Emmanuel Macron, el candidato de tendencia liberal, obtuvo el primer lugar, por estrecho margen, en la primera vuelta de la elección presidencial francesa de este domingo 23 de abril. La ultraderechista, Marine Le Pen, quedó en segundo con 21.7 por ciento. Detrás cerraron el conservador François Fillon y el comunista Jean-Luc Mélenchon, con 19 por ciento. Después, el socialista radical Benoît Hamon. Otros seis candidatos cerraron el desfile. Esta primera vuelta, sin embargo, sólo fue un preludio para el enfrentamiento final entre los dos primeros lugares que se llevará a cabo el próximo 7 de mayo.
Macron logró concentrar el apoyo de las fuerzas liberales y moderadas del electorado y se le considera el favorito para ganar la segunda vuelta. Marine Le Pen, la candidata de la ultraderecha, se opone no sólo a la migración sino a la permanencia de Francia en la Unión Europea. Los dos principales candidatos de la izquierda, Mélenchon y Hamon, eran también radicales.
De momento, hay buenas posibilidades de que la presidencia de Francia quede en manos de un político joven, Macron, quien fue ministro de economía en el gobierno del impopular presidente socialista François Hollande, pero que decidió postularse de forma independiente bajo la bandera de un nuevo partido (En Marche!) con una plataforma europeísta y en buena medida liberal. Los votantes franceses, sin embargo, podrían al final decidirse por Le Pen, una mujer que ha centrado sus promesas de campaña en detener la inmigración y buscar una salida de Francia de la Unión Europea.
Preocupa que en la Francia racional los votantes de la derecha y la izquierda extremas hayan logrado un respaldo muy importante de la población. Los votos por Le Pen, Melénchon y Hamon suman más del 46 por ciento. La ventaja que parece tener Macron en el camino hacia la segunda vuelta radica simplemente en el hecho de que los votantes de la izquierda radical no parecen dispuestos a entregar su voto a la extrema derecha.
La polarización de Francia es consecuencia del estancamiento económico en los últimos años, producto de políticas gubernamentales que han dado al país muy altos impuestos, pocas horas de trabajo (la jornada laboral es de 35 horas a la semana), extrema regulación de la actividad económica y un gasto público excesivo. Lo curioso es que el candidato más radical de la izquierda, Mélenchon, admirador del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, ofrecía aumentar la dosis de estatismo al grado de que la tasa máxima del impuesto sobre la renta se elevaría a 100 por ciento.
Le Pen ha hecho campaña con la promesa de recobrar Francia para los franceses. Su política anti-migratoria atrae el mismo tipo de electores que votaron por el Brexit en el Reino Unido y por Donald Trump en los Estados Unidos. Si bien Trump ha hecho esfuerzos por no mostrar un respaldo abierto a Le Pen, no ha sido difícil ver su simpatía en tweets y declaraciones.
La segunda vuelta da una oportunidad a los electores de reflexionar su voto y abandonar las posiciones extremas. Permite también a los presidentes gobernar con el respaldo de un voto mayoritario. En México un político puede ser presidente con menos del 30 por ciento de los votos emitidos. En Francia el presidente tiene la legitimidad de una mayoría absoluta de votos.

L’amour n’a point d’âge
Emmanuel Macron tiene 39 años. De ganar sería el presidente más joven de la historia de Francia. Pero su esposa, Brigitte Trogneux, de 63, distaría de ser la primera dama más joven. A algunos les molesta que Macron sea 24 años más joven que su esposa. Para otros es señal de que al candidato no le importan las convenciones sociales.