A dos semanas de la elección presidencial en Estados Unidos, ¿la moneda sigue en el aire, o se puede anticipar quién ganará? En los hechos, la moneda sigue en el aire.

Estos comicios se dan en el marco de la inconformidad en muchos países por la actuación de sus políticos y los malos resultados de los proyectos que se prometió darían muchos beneficios. Con nuestro vecino del norte se vive aún la crisis de 2008, que en buena medida le tocó remontar a Barack Obama. A poco más de dos meses de que deje el poder, sólo se puede decir que evitó un colapso mayor, pero no que ha puesto a su país en una nueva ruta. Y esto, para México, es central.

Ese sustrato de inconformidad es el que alimenta al republicano Donald Trump, a quien algunas estimaciones ven con el apoyo de 40 por ciento de la ciudadanía estadunidense. La crisis de 2008 ha servido también para expresar críticas hacia la élite política y económica estadunidense que no son nuevas, pero que la actual situación económica ha reavivado.

Es curioso cómo un miembro de esa élite se ha vuelto contra ella. Quizá porque es miembro de ingreso reciente, ya que su abuelo inmigrante no la tuvo fácil y apenas su padre vio mejores resultados. Donald, en consecuencia, es un miembro de nuevo ingreso y apenas sus hijos podrían afirmar que ya están conformando una estirpe, una dinastía.

La crisis, las quejas de tiempo atrás contra la élite político-económica estadunidense y su ingreso de nuevo cuño a esta, parecen conformar un triángulo que atrae magnéticamente a grupos de electores inconformes con el statu quo creado por el stablishment.

La pregunta, en consecuencia, es si Hillary Clinton, en vías de formación de una dinastía política pero no miembro de la élite económica, aunque bien vista por ella, es capaz de convencer al electorado que merecen otra oportunidad.

Trump ha usado un discurso que en su rudeza y manejo elemental de la crítica, ha sido capaz de desnudar al discurso “políticamente correcto” de los políticos estadunidenses y que, por cierto, no sólo ellos usan. Quizá ese sea uno de los rasgos que gusten al presidente ruso Vladimir Putin, que tampoco se ciñe cien por ciento al discurso “políticamente correcto”.

En este sentido comparar a Trump con Andrés Manuel López Obrador suena lógico y posible, aunque no es el tema. El tema es que a 15 días de las elecciones presidenciales, el magnate inmobiliario va perdiendo por puntos, pero aún puede ganar si en la recta final convence que esa élite ya no merece otra oportunidad y él, aunque en una apuesta arriesgada, es la opción.

Algunas cifras confirman que no está noqueado: la encuesta de CNN/ORC conocida este lunes 24 a 5 puntos de Clinton, pero hace una semana la diferencia era de más de 10 unidades.

Trump es tan mal calificado como Clinton: esa misma encuesta indica que un tercio de quienes dicen votarán por la exprimera dama lo harán en realidad contra Trump, pero 40 por ciento de quienes afirman que sufragarán por Donald explican que en realidad es porque están contra Hillary, aunque en opiniones negativas la demócrata suma -6 por ciento y el su rival -16 por ciento.

Y por último, lo central, en el Colegio Electoral, Clinton no ha ganado y Trump no ha perdido. En Estados Unidos el presidente no es electo por la mayoría de ciudadanos, sino que estos eligen a miembros del Colegio Electoral que a su vez son quienes eligen al nuevo mandatario.

La cifra necesaria para ser electo presidente es de 270 de miembros de ese Colegio, y de acuerdo al conteo del sitio realclearpolitics, Clinton suma 262, Trump 126 y aún están sin definirse 150. Alguien diría que es más sencillo conseguir ocho que 144 y así es, pero la elección aún no está realizada. La moneda sigue en el aire.

De salida

La aparición del papa Francisco para mediar en el conflicto venezolano da aire a Nicolás Maduro y lo fortalece. No hubiera sido lo mismo que esa mediación se anunciará trilateralmente o en binomio gobierno-oposición. Habrá que esperar a la oposición y ver su habilidad política.