Que no se olvide: América es un continente de paz
 
Hace (80) meses
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Caminaba como una operación de éxito gracias a los errores del oponente, y a pesar de que se rompían tabúes importantes, hasta que el principal impulsor abrió la boca y la pinza de los países latinoamericanos más importantes contra el gobierno de Nicolás Maduro perdió filo, se trabó y fortaleció al enemigo. ¿Moraleja? Conectar cerebro y lengua.
El mandatario venezolano ha librado una batalla desde diciembre de 2015 cuando perdió la mayoría en el Poder Legislativo, en busca de expulsar a la oposición de los aparatos del Estado y gobernar casi unipersonalmente. El primer intento fue quitarle sus atribuciones a la Asamblea Nacional, el poder legislativo venezolano, el 30 de marzo pasado, medida que debió de echar para atrás, sólo para convocar a una Asamblea Constituyente que ha asumido todas las funciones de gobierno y apunta a anular al rebelde legislativo opositor.
La respuesta internacional ha sido unánime en rechazar esa política. En América Latina ha encontrado el terreno fértil de que luego de lustros con gobiernos de centroizquierda, el péndulo político ha ido hacia la centroderecha, lo que le ha quitado importantes apoyos a Maduro y, sobre todo, consejeros, que sí tuvo su extinto antecesor Hugo Chávez, el más importante Fidel Castro.
En ese marco la llegada al poder en Estados Unidos del empresario postulado por el Partido Republicano, Donald Trump, ha dado nuevo impulso a la oposición latinoamericana a Maduro. Lo que se observa desde fuera es una estrategia donde participan los países más influyentes del área (Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú) para detener a Maduro y obligarlo a seguir las reglas de la democracia ortodoxa, bajo las cuales Maduro seguro sería derrotado.
Hasta la prudente presidenta chilena Michelle Bachelet ha expresado su preocupación por la situación en Venezuela, por la Asamblea Constituyente que quiere refundar al Estado violando sus procedimientos, y por la suerte de los presos políticos.
La pinza latinoamericana contra Maduro marchaba ciertamente con lentitud, pero marchaba, hasta que Trump el pasado viernes dejó en claro que había muchas opciones para Venezuela “incluida la militar si fuera necesario”.
Nada había funcionado tan bien contra la pinza latinoamericana, incluidas las críticas contra el intervencionismo en una región víctima de múltiples intervenciones extranjeras bajo las formas colonialista e imperialista, como las palabras de Trump, quien logró que todos, incluido Maduro, sus opositores y los gobiernos latinoamericanos críticos del bolivariano, lo rechazaran.
Es muy posible que el empresario recién llegado a la política se haya quedado en modo Norcorea y pensara que Caracas es vecina de Pyongyang, pues sus palabras coincidieron con las amenazas nucleares mutuas entre Estados Unidos y Corea del Norte, otro muy importante tema que no debe de olvidarse.
Para colmo, la advertencia de Trump se dio casi al despegue del avión que traía a nuestra región a su vicepresidente MikePence a fin de aceitar esa pinza. El presidente Juan Manuel Santos, su primer anfitrión, rechazó toda intervención militar en Venezuela.
“Ni Colombia ni América Latina, desde el sur del río Grande hasta la Patagonia, podrían estar de acuerdo. América es un continente de paz. Mantengámoslo así”, dijo Santos a Pence fijando una clara línea que nadie, de México a Argentina, habrá de traspasar.
Trump tuvo otros desvaríos orales como no condenar con rotundez y rapidez la violencia supremacista en Charlottesville de este fin de semana, sino hasta dos días después.
Las lecciones para América Latina de estos acontecimientos son claras. La Revolución Bolivariana no está teniendo un ocaso relativamente “terso” como en Brasil, Ecuador o Argentina los han tenido sus recientes gobiernos de centroizquierda. Con el debido respeto para Nicaragua, muchos factores explican que no pueda ni deba pudrirse como el sandismo de Daniel Ortega, y mal hace el presidente Maduro en no entenderlo.
Para los gobiernos latinoamericanos críticos de Maduro, es claro que con aliados como Trump están marchando al fracaso no solo de su empresa como la han planteado, sino quizá a la reapertura de las puertas a un intervencionismo que ya se creía en el desván de la historia. Por ello, pueden rectificar y delinear una política crítica más latinoamericana.

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