Reloj: “charro con zapatos tenis”
 
Hace (96) meses
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 que las realizaron en seis épocas; la más sólida, la del diseño y la construcción del Reloj Monumental en 1910.
Las rehechuras fueron proseguidas con las recreaciones de 1927, que despojaron a la plaza de las farolas turcas; de 1944, con la edificación de la pérgola Abundio Martínez; la de 1961 que la destruyó y arrasó con los árboles. La devastación de 1978, que además de destruir el zócalo, improvisó un subterráneo.
En 1991 la plaza Independencia adquirió nuevo rostro al ser recuperada la pérgola que, en la última etapa, iniciada en 2015, trató de ser eliminada al desmantelar una buena parte de su estructura de cantera.
Merece comentario aparte la regeneración integral de la torre, surgida en 2008.
En 1988 el historiador Víctor Manuel Ballesteros escribió en la revista monográfica Memoria del Reloj Monumental de Pachuca (enero de 1988, pág. 72).
“¿Por qué es necesario el zócalo?”:
“Hace unos años (1978), la porfiriana torre del Reloj, so pretexto de la remodelación de la plaza Independencia, sufrió la destrucción de uno de sus elementos más importantes: el zócalo.
“En la arquitectura clásica, el zócalo es aquel apoyo inferior de un edificio, cuyo fin es elevar los basamentos a un mismo nivel. Encima del zócalo se apoya el estilóbato—del estilo dórico-, si es que se trata de órdenes romanos, o bien si se trata de órdenes griegos, la función del zócalo la hace el estilóbato mismo, y a partir de ahí se desplanta la columnata.
“En la interpretación particular del arquitecto Tomás Cordero, autor del diseño del pachuqueño símbolo, era ese pedestal de tres escalones de mármol sobre el que se apoyaba el primer cuerpo de la torre.

Nuestros “arquitectos”
Pues bien, los “arquitectos” que proyectaron la mencionada remodelación (entre ellos el arquitecto Javier Rojo Lugo, hermano del gobernador del estado de Hidalgo, Jorge Rojo Lugo (1975-1981), mostraron una crasa ignorancia, pues ordenaron que se demoliera el zócalo de nuestra torre señera, alterando así permanentemente las proporciones que, de manera matemática y precisa habían logrado concebir los arquitectos porfirianos.
¿Se enterarían alguna vez dichos “arquitectos” del alcance de su acción? ¿Sería que nunca entraron a las clases de historia de la arquitectura? ¿Cómo es que aprobaron tal asignatura?
Aun dejando a un lado la disquisición anterior, cualquier persona con pocos conocimientos sobre arquitectura puede darse cuenta de que el nuevo diseño, en concreto armado, realizado en 1978, de la plaza Independencia, choca brutalmente con el estilo de la torre. Un hidalguense, con sentido del humor, ha dicho que ‘parecía un charro con zapatos tenis’, visión que se actualiza en estos días de marzo de 2016, tal como se aprecia en la fotografía de la torre con su zócalo de un escalón
En resumen, esta malograda remodelación nos hace reflexionar sobre la calidad en la preparación profesional de las varias generaciones de profesionistas mexicanos -la de los constructores de la Torre —1910- y la de los remodeladores (1927-1944-1961-1978-1991-2015) de la mencionada plaza-, y la comparación produce un saldo doloroso.
Por lo pronto Pachuca, los pachuqueños, los hidalguenses en general hemos pagado el pato.

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