Si hubiera sabido, mejor me quedo
 
Hace (72) meses
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Era la primera vez que acudía a Pachuca, la capital del estado, era la primera vez que salía con sus compañeros de la escuela, era la primera vez que su mamá había podido pagar el costo del transporte para ir a un evento, era la primera vez que entraría a un teatro y con todo esto para Santiago, de tan sólo siete años de edad, era un día especial.

Desde muy temprano se levantó, y aunque se había bañado desde la noche anterior para que no le agarraran las prisas, no quiso perder tiempo y desde que amaneció abrió los ojos emocionado por lo que vería en unas horas más. Desayunó poco porque no había mucho qué comer, y su hambre la reservó para el lunch que les habían prometido les darían en el teatro.

Los citaron desde 6:30 de la mañana a las puertas de su escuela. Se trataba de una invitación a escuelas primarias y preescolares para que acudieran a un espectáculo para los más pequeños de las instituciones. El evento pintaba bien y Santiago y cientos de niños más acudirían en compañía de sus maestros y algunos padres de familia.

Al llegar las cosas no empezaban bien y el ánimo empezó a decaer. Ya había decenas de escuelas formadas, algunas más organizadas que otras y, como era de esperarse, con ciertas preferencias para la entrada y los mejores lugares en el recinto ante el enojo y los reclamos de maestros y papás.

Ya adentro, las medidas elementales de seguridad en las que, por sentido común, deben estar libres las vías de paso no fueron acatadas y ante la convocatoria, la mala organización y el trato hostil de muchos de los que aparentemente estaban ahí para organizar, se vieron rebasados de asistentes y tuvieron que “acomodar” a los pequeños en las escaleras del teatro.

¿Qué hubiera pasado en caso de algún accidente? ¿Cómo chingados desalojar con oportunidad a cientos de niños menores de ocho años en caso de algún incendio, temblor o cualquier otro incidente? Afortunadamente nada sucedió, pero este tipo de eventos deben tener un control estricto y más cuando los asistentes son pequeños que se mueven con lentitud y sería muy complicado evacuar ante algún imprevisto.

Y no, no hubo lunch, ni una vista cercana, es más, ni siquiera hubo un lugar cómodo para sentarse, así que aunque salió de su comunidad con sus compañeros de la escuela, el espectáculo no fue lo que Santiago había soñado y tuvo que presenciarlo sentado en las escaleras del auditorio y escuchando las risas de algunos otros que tuvieron mejor suerte y, lo peor de todo, sin comer. Decepcionado Santiago les comentó a sus cuates: “Si hubiera sabido, mejor me quedo”. En fin, ya será para la otra.

PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS
Envío mis condolencias para la familia de nuestro amigo Roy, quien perdió la vida en manos de la inseguridad; un hombre joven, profesor, artista, esposo y padre de familia cuyo error fue ir como cada mañana a trabajar y elegir para ello el transporte público, del cual ya no bajó con vida. Como Roy, cientos de padres, madres, estudiantes, trabajadores arriesgan su vida en las calles y carreteras del estado tomadas por la delincuencia, por la intolerancia y la desesperación ante la poca intervención de las autoridades, ¿y cómo no? Si ahora con la nueva justicia penal cuesta trabajo detener, denunciar, desafiar a los que empiezan a dominar las calles, si poco o nulo resultado tendrán estas valientes actuaciones de unos cuantos que arriesgan vida por los demás.

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