Sor Bette
 
Hace (97) meses
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Sor Bette y sus alumnas del Colegio de la Reverberación fueron a una granja, pues la monjita quería impartirles una clase práctica de la asignatura Lecciones de Cosas. Cuando llegaron pasó corriendo frente a ellas una gallinita. Tras ella iba un arriscado gallo poseído por genésicos impulsos. La gallina atravesó la carretera, y un raudo vehículo la atropelló. “¿Lo ven, jovencitas? -les dijo con solemnidad Sor Bette a sus discípulas-. ¡Prefirió morir antes que cometer pecado de impureza!”… Pomponona Grandchichier, joven mujer generosamente dotada por la naturaleza tanto en la comarca norte como en la del sur, fue con el doctor Ken Hosanna a que le practicara un examen general de salud. El facultativo le pidió que se quitara toda la ropa, y luego procedió a hacerle una exhaustiva revisión. Al terminar le comunicó, solemne: “Señorita: con la mayor pena me veo en la necesidad de decirle algo que no quisiera decirle”. “¿Qué es, doctor?” -se angustió ella. Respondió el galeno con un suspiro de tristeza: “Vístase”… Babalucas y un amigo pedían aventón en la orilla de la carretera. Al amigo le sorprendió ver que Babalucas hacía la señal poniendo en alto el dedo cordial de la mano derecha, en la grosera señal llamada “higa”. “¡Estás loco! -le dijo-. ¡Si les muestras el dedo medio nunca nos van a levantar! ¡Los aventones se piden con el dedo pulgar!”. Contestó Badulaque: “Ése lo reservo para el viaje de regreso”… Himenia Camafría, madura señorita soltera, tenía un gato al que amaba con extremado amor. Cierto día el minino enfermó de constipación, vale decir estreñimiento, apretura, irregularidad. El veterinario le recetó una purga. Tres días después regresó Himenia. “La purga no le ha hecho ningún efecto a Michurrín” -gimió acongojada. Dijo el médico: “Le recetaré una purga más fuerte”. Ningún efecto tampoco tuvo el medicamento, de modo que la señorita Himenia regresó otra vez. El veterinario le prescribió entonces al gato un purgante aún más enérgico, que tampoco sirvió. De nueva cuenta volvió Himenia, desesperada, a suplicar ayuda para su minino. Irritado ya, el médico tomó una purga para caballos, le quitó la etiqueta y le dijo a la dueña del minino: “Dele el frasco completo hoy en la noche”. Al día siguiente, preocupado, el veterinario llamó por teléfono a la señorita Himenia. Le preguntó: “¿Ya le hizo efecto la purga a su gatito?”. “Bastante, doctor -sollozó ella-. Obró 40 veces vivo y 85 veces muerto”… El misionero caminaba por la playa de una isla de los Mares del Sur en compañía de un nativo. Advirtieron de pronto que unos arbustos se movían acompasadamente. Llenos de curiosidad por ese extraño fenómeno se acercaron. ¡Oh sorpresa! Tras la maleza vieron a un hombre y una mujer practicando el viejo rito que los balleneros cuyos barcos recalaban en la isla llamaban “the old in and out”. El nativo le preguntó al misionero cómo describía lo que acababan de ver. El reverendo carraspeó, confuso; tosió varias veces y luego contestó: “Cuando sucede esto decimos que un hombre viaja en su bicicleta”. Al oír eso el isleño tomó su arco y disparó una flecha que se clavó en la nalga izquierda del follador. Lanzó éste un ululato de dolor y salió a toda carrera con la flecha clavada en el trasero al tiempo que gemía desesperadamente: “¡A makala elemu kalinikala akarotoa membe!” -expresión que en lengua aborigen significa: “¡Ay mamacita!”. El misionero, azorado, le preguntó al isleño: “¿Por qué hiciste eso?”. Respondió con tono rencoroso el aborigen: “Hombre viajar en bicicleta mía”… Una muchacha se iba a casar. Comentó en su casa que lo único que le faltaba comprar era su negligé. “Compra una bufanda” -le dijo la abuela desde el sillón donde estaba tejiendo. Nadie le hizo caso, y la muchacha mencionó la tienda donde iba a comprar su negligé. “Compra una bufanda” -volvió a decir la abuelita sin levantar la vista del tejido. Todos la ignoraron, y le dijeron a la futura novia que seguramente se vería hermosa con el negligé que iba a comprar. “Compra una bufanda” -insistió la anciana. Dijo con impaciencia la muchacha: “Abuela: ¿por qué quieres que compre una bufanda, y no un negligé?”. Respondió la viejita: “Porque cuando yo me casé con tu abuelo también me compré un negligé, y toda la luna de miel me lo trajo de bufanda”. FIN.

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