El nombre de México volvió a aparecer anoche en un discurso de Donald Trump, candidato republicano que recién ganó las elecciones primarias en New Hampshire. Fueron dos menciones, una más breve que la otra, en la que el millonario neoyorquino hizo referencia a nuestro país.
Primero habló de la balanza comercial. Trump, eufórico, dijo que en su eventual gobierno Estados Unidos vencerá en comercio a China, Japón y México. Vamos a traer los trabajos de regreso, dijo.
Minutos después Trump habló de su ya infame propuesta de construir una barda entre México y Estados Unidos para controlar, dijo, el ingreso de la heroína y otras drogas a New Hampshire. Es posible y lo vamos a hacer, remató.
¿Dónde está la novedad? Que, desde mi punto de vista, Donald Trump se guardó los epítetos e insultos hacia México a los que nos tenía acostumbrados. Me pareció que, entre líneas, el aspirante presidencial no quiso lanzar diatribas contra los mexicanos o su gobierno.
Tal vez estoy siendo demasiado indulgente con Trump, pero me parece que el millonario inmobiliario está comenzando a creer que puede ser el candidato de su partido, y que necesita de cuanto voto estadunidense sea posible alcanzar, incluyendo los de la comunidad latina.
Hace unos días señalaba en este espacio que, ante la posibilidad de que Trump llegue a la casa Blanca, bien valdría que alguien se acercara antes al republicano para explicarle con seriedad y paciencia quiénes somos los mexicanos y qué papel jugamos con nuestros vecinos. No sé si alguien ya lo hizo, pero me da la impresión de que, al menos anoche, Trump le bajó un poco a su tono.