No es necesario salir a un país en guerra para ver el horror. En México nadie parece estar seguro. Ayer, familiares de la reportera Anabel Flores Salazar, del Sol de Orizaba, denunciaron públicamente su secuestro. La narración es terrorífica. Un grupo armado se introdujo a su casa y frente a sus familiares fue sustraída. Así de fácil en este país se puede alguien deshacer de una piedra en el zapato.
De acuerdo con una de sus familiares, el grupo armado se introdujo a su casa cuando uno de sus hermanos llegaba de un baile a las dos de la mañana. Sin importarles que la reportera llevara menos de diez días de haber parido la sacaron violentamente de su cama, de su habitación, y en medio del llanto y el drama de su familia, secuestrada.
El grupo armado se hizo pasar por policías, quienes supuestamente acataban una orden de aprehensión. De acuerdo con Javier Duarte, uno de los gobernantes más nefastos que ha tenido este país, el grupo viajaba en camionetas con reporte de robo. Así de fácil puede alguien transitar en la república mexicana en autos robados y con armas de alto calibre. No obstante, en las redes sociales pululan videos de detenciones arbitrarias de policías de todos los niveles para realizas supuestas revisiones violatorias a los derechos civiles.
Y no se necesita ser reportero para ser agredido. Esa misma forma de operar es replicada en todo el país por bandas de secuestradores, quienes de alguna manera logran pasar todos los filtros y evadir a todos los policías que supuestamente realizan revisiones.
Lo peor de todo es que la esperanza de conseguir justicia en casos como este en nuestro país es casi nula.
Este país y sus autoridades da terror, da tristeza y da rabia.