Un papa, muchas agendas
 
Hace (98) meses
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La visita del papa ha generado tantas y tan diversas expectativas que más de alguno saldrá decepcionado. Hay desde los que esperan que Francisco venga a denunciar y a hablar por los que no tienen voz (los desplazados y víctimas de la violencia, los padres de desparecidos, los que sufrieron abusos sexuales de sacerdotes) los que quieren un papa que denuncie la corrupción, señale al gobierno y meta en cintura a los obispos, hasta los que esperan que esta visita reviva la fe, rescate al gobierno y deje una gran derrama económica.
Las visitas de Juan Pablo II nos enseñaron dos cosas. La primera es que si algo emociona a México es que el papa visite a su grey. Seguimos siendo un país mayoritariamente católico y singularmente ritualista. La práctica religiosa en nuestro país está atada a la fiesta y los ritos de pasaje (bautizo, primera comunión, XV años, boda, entierro).
El viaje del papa por México será una fiesta callejera, independientemente de los discursos, los señalamientos o las interpretaciones políticas. La segunda cosa que hemos aprendido es que las giras papales están llenas de codicia, golpeteo político, batallas por lo simbólico y mensajes cifrados en los que el poder de la Iglesia, el poder económico y el poder político se mezclan, se enfrentan y pactan la apropiación de la figura papal. Estas dos cosas, la fiesta popular y el usufructo político y económico de la visita, están garantizadas.
Pero hay en esta ocasión un tercer elemento que hace peculiar la visita papal: la agenda propia de Francisco. Su ya famosa pastoral de fronteras y las declaraciones de esta semana auguran que la gira no será miel sobre hojuelas ni para el gobierno ni para la propia Iglesia. Antes de su llegada, el papa ya comenzó a hablar de los temas de los que “la narrativa” gubernamental quiere erradicar del discurso y de los que preferiría no escuchar, como guerra, corrupción, e injusticia. A la Iglesia su pastor le ha pedido salir de la zona de confort, algo que no le va a gustar a muchos obispos, más preocupados por la administración de sus respectivas diócesis que por la pastoral con los grupos vulnerables que propone el líder de la Iglesia católica.
Todo apunta, pues, a que no será una gira amable en términos discursivos. Detrás de la fiesta, de las canciones promovidas desde el gobierno a través de la primera dama, las imágenes de cajón (el papa arrodillado frente a la Virgen de Guadalupe o el papa con sombrero de charro) las absurdas preocupaciones por romper récords Guiness, y la batalla por los ratings televisivos, habrá una gran batalla por las agendas y más de un decepcionado o descolocado.

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