Las autoridades de la Ciudad de México rescataron ayer a ocho personas que eran obligadas a vender frituras en las calles como esclavos, luego de ser llevados de sus lugares de origen con engaños. Entre las victimas figuraba una persona originaria de Hidalgo y quien por semanas debió trabajar como indigente en las calles para pagar una cuota a sus captores, quienes además los tenían amenazados.
Las víctimas fueron convencidas mediante anuncios colocados en postes para ir a la Ciudad de México con la promesa de obtener un empleo como vendedores de frituras en Paseo de la Reforma, la Colonia Roma o la Zona Rosa, o mediante pláticas en sus lugares de origen, donde les ofrecian salir de la pobreza.
La banda era comandada por una pareja, quienes viajaban a Puebla, Veracruz, Chiapas e Hidalgo, a comunidades marginadas, indígenas. Sin embargo, cuando estos llegaban a la Ciudad de México se les cobraba alojamiento y alimentación, además de que nunca les pagaban. De las ocho personas explotadas seis eran niños, otros dos, apenas mayores de edad (una mujer de 19 años y un hombre de 20). Algunos no hablaban español.
A diario, estos menores, al igual que muchos otros casos en el país, son ignorados por las instituciones. En Pachuca, por ejemplo, se desconoce la situación real de las personas que se dedican al comercio informal, en los cruceros, los adolescentes y niños que limpian parabrisas. Se desconoce cuántos de ellos son explotados, pues simplemente se les ignora. Este modo de operar no es único de esta banda; por años, en muchas capitales estatales del país se han registrado situaciones similares, en las cuales los infantes son “secuestrados”, violenta-dos, esclavizados y en ocasiones hasta abusados sexualmente.