Es una constante que candidatos de diversos partidos han sido asesinados en medio de lo que se dice, es la elección más importante del país. Asesinatos que en apariencia son aislados y diferentes. Asesinatos que, a pesar de todo, impactan a la sociedad y el sentido de la elección.
En algunos otros casos, los candidatos, han optado por retirarse de la contienda. Dejar el sueño de alcanzar un puesto de elección popular debido a las amenazas que han recibido por parte de presuntos criminales. Amenazas directas a su vida y a sus familias.
Algunos casos que pueden elevarse a miles de renuncias vinculadas a las amenazas del crimen organizado con las que pretende incidir en el proceso electoral.
Hechos que, vistos desde la conferencia matutina, tiene como fin desestabilizar al actual gobierno, ya sea por el impacto mediático o porque los opositores al gobierno los magnifican en un afán de tiznar la inmaculada figura presidencial.
Es imposible dejar de mirar un dejo de cobardía en las afirmaciones, pero también un desprecio por la vida.
Recuerdo a Díaz Ordaz, teniendo en medio de su autoritarismo, al menos la cabalidad, la valentía o el cinismo de salir y de manera tajante expresar, en su informe de gobierno: “asumo íntegramente la responsabilidad ética, social, jurídica, política e histórica por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”.
Díaz Ordaz es, hasta la fecha, calificado con los adjetivos que mejor expresan su personalidad en el poder: Asesino, totalitario, represor.
Pero él, cuando se iba a España como embajador, con un firme manotazo a la mesa dijo: “Pero de lo que estoy más orgulloso, de esos seis años, es del año 1968, porque me permitió servir y salvar al país. Les guste o no les guste”.
En este tiempo, los timoratos y los cobardes, ponen, los asesinatos de candidatos y periodistas, la desaparición forzada de personas en manos de los adversarios acusándolos de traidores, advenedizos y apátridas.
Cobarde al fin, su pureza no puede ser manchada por la sangre de quien muere a causa de la inseguridad que la falta de políticas públicas genera en el país.
La elección del 2024 se está volviendo no solo la más importante del país, sino la más peligrosa para todos, incluidos aquellos del partido en el poder, pues basta el menor posicionamiento contra los criminales para ser abatido de inmediato.
El discurso de los criminales es duro, es cruel e inhumano porque cuesta vidas, aquí y ahora.
Pero en el caso de los territorios municipales, esta crueldad supera los límites conocidos y se sitúa en la lucha política, en la búsqueda de silenciar a quienes opinen en materia de seguridad y lucha contra
la inseguridad.
Es claro que no se ha comprendido la importancia del territorio municipal, ni en lo político, ni en la seguridad pública, menos la importancia que reviste para el crimen organizado como espacio de poder.
Ellos sí. El gobierno no y eso, es una muestra plástica del abandono que en materia de seguridad pública se vive a lo largo y ancho del país.
El abandono y la reducción en presupuestos y capacitación a las policías municipales. Abre la puerta de la inseguridad; construye el espacio ideal para que el crimen organizado ejerza acciones coercitivas entre la sociedad y, en ocasiones, sobre la autoridad.
Es más fácil asegurar que las policías municipales se han entregado al crimen organizado, porque así, se les puede llamar corruptos; criminalizarlos y condenar-
los públicamente.
Es más fácil que reconocer que sucumbieron al crimen organizado porque fueron abandonados en sus funciones; deteriorada su autoridad y quebrantado su desarrollo, precarizada su institución, porque reconocerlo es colocarse la medalla de culpable y eso, a pesar de saberlo, nadie lo hará.
El contexto en el cual se desarrolla la elección es grave. El estado mexicano reniega y abandona su capacidad coercitiva y de ejercicio de la fuerza frente a los criminales. El estado abandona a los ciudadanos en medio de una lucha por los territorios municipales entre el crimen organizado.
El discurso de las balas es poderoso, coercitivo, socialmente. Condiciona el voto de la gente y lo orienta basándose en el miedo.
Markus Schultze-Kraf en su estudio Órdenes crimilegales: repensando el poder político del crimen organizado, al hacer un análisis sobre el poder del crimen organizado replantea un punto que es poder demás relevante, la violación permanente de la soberanía nacional al vulnerar las fronteras de la nación y de las demás naciones donde opera.
Eso para un gobierno que defiende a ultranza la soberanía del país, debería ser suficiente para enfrentar con todo el peso de la ley al crimen organizado, en todas sus expresiones. Claro, si su defensa no fuera una furibunda simulación y un discurso falaz y utilitario.
Markus Schultze-Kraf, asegura que “se aprovechan de las debilidades institucionales y de otro tipo de los Estados con fines económicos ilícitos, burlándose de la soberanía nacional al operar a través de fronteras internacionales, enfrentando una jurisdicción nacional contra otra, y usando la violencia para regular los mercados negros globales”.
Mientras tanto, a nosotros. Solo nos queda decir: Que el 2 de junio sea un profundo llamado a la paz y un juicio en contra del asesinato de candidatos y la coerción social que los criminales pretenden sobre la sociedad.