Celebra don Nacho Trelles centenario en el estadio Azteca
 
Hace (92) meses
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Todos los martes, religiosamente, Ignacio Trelles acude a La Noria al entrenamiento de Cruz Azul, pero el festejo por cumplir 100 años reclamaba un cambio monumental en dicha rutina.
Y fue el estadio Azteca, donde labró muchas de sus glorias, el escenario ideal para celebrar su centenario.
Ignacio Trelles Campos –don Nacho, como se le conoce– pisó la cancha 25 años después de su última experiencia como entrenador. De Coloso a Coloso.
“Muchos recuerdos… Es como si yo tuviera 25 años”, expresó más con gratitud que con nostalgia.
Don Nacho arribó a la cita con Grupo Reforma con la puntualidad que lo definió en sus 41 años como entrenador. Ataviado con su clásica boina y acompañado de sus orgullosas hijas Leticia y Maru, descendió en automóvil por el túnel que conduce a la cancha.
Desde la ventana del copiloto, observó los vestidores en los que tantas arengas, indicaciones, regaños y consejos repartió a generaciones de jugadores.
Bastó con que percibiera el olor del césped y lo pisara, a la altura del tiro de esquina, para que su semblante adoptara una forma que ya no lo abandonó durante toda la visita.
“Así te quiero siempre, que sonrías”, le pidió, conmovida, su hija Leticia.
Don Nacho tuvo unos segundos a solas para apreciar el Azteca. Los recuerdos ya no están frescos, pero qué importa si la estadística y el anecdotario del futbol mexicano están repletos de sus hazañas.
“Lleno de gente, le tapaba lo hermoso que es el estadio”.
El entrenador más exitoso de México -con 7 títulos de liga y 15 en total- sigue aumentando su leyenda.
Admite que es difícil vivir con el problema en la rodilla derecha, que lo obliga a utilizar una andadera. Pero como ocurrió desde que vio por primera vez a unos niños jugar con un balón -mientras él viajaba en tren de Guadalajara a México a los 10 años- lleva tatuado el futbol.
Confiesa Rubén Maturano, uno de sus más grandes amigos, que en todas las pláticas el punto central es la pelota. Don Nacho legitima dicho discurso.
“El futbol actual es muy raro porque los jugadores son más completos que los jugadores antiguos, pero no juegan con la amplitud, se golpean todo el tiempo, están uno encima del otro, ni se alcanza a ver su calidad y se ve horrible que estén choque y choque, y faul y faul”, compara Trelles.
Una visita así exigía destrozar la cotidianidad. Por eso el técnico se armó de valor para soltarse de la andadera y sujetar un balón que simula a los de cuero, de antaño. Estuvo unos segundos en esa posición y el miedo lo invadió; una singular aventura que no le borró la sonrisa.
Don Nacho sigue siendo Don Nacho. Sus respuestas son tan francas que rozan la ironía.
“Ya de viejo, me siento viejo”, dice al ser cuestionado sobre su sensación al cumplir 100 años. Años atrás en el Azteca, el árbitro Arturo Yamasaki lo expulsó y ante la negativa de Trelles de irse le advirtió “o se va usted o me voy yo”. Él reviró: “Pues váyase usted, yo estoy muy cómodo aquí”.
Ahora le es inevitable reír al recordar el episodio en el que le arrojaron una manzana desde la tribuna y él se la comió como respuesta al pésimo gesto.
“Sí. Así me desquité”, recuerda.
En la cancha del Azteca, inaugurado cuando él estaba por cumplir 50 años, conquistó dos títulos de Liga con Cruz Azul y sintió el fervor del aficionado mexicano por la Selección Nacional, a la que dirigió en cinco ocasiones.
Don Nacho sigue tan ligado al futbol que continúa como asesor de La Máquina, que ve los partidos por televisión, que al cumplir 100 años se atreve a visitar al Azteca, un viejo amigo.
“Puedo considerar que ha sido lo máximo que me ha sucedido en la vida, el estar dentro del futbol. Al principio lo hace uno con gusto, después con interés profesional, ve uno que se puede y de ahí sigue uno hasta donde se llegue”, comenta. Nacido en una época en la que el telégrafo fungía como una de las principales vías de comunicación y donde el tema comentable era la Revolución Mexicana, Don Nacho fue fotografiado ahora con smartphones en una era en lo que se empuña ya no son rifles sino el stick para las selfies.
Trelles salió de la cancha, subió a su automóvil, pasó otra vez por la zona de vestidores y emprendió la marcha para seguirle aportando al odómetro de su vida.
“Les doy las gracias por tenerme en cuenta en mis últimos pasos”, dice don Nacho, sin reparar en que su huella está y estará en cada sitio donde se hable de futbol.

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