No sólo es un maestro a la hora de repartir guamazos al bando científico, El Tosco alterna los cuadriláteros con las aulas, pues también imparte cátedra en una escuela primaria.

Aunque la rudeza es cosa de la lucha libre, en el salón de clases este profesor presume no ser nada técnico, pues para educar a los niños, aseguró, hay que ser disciplinados y exigentes: “Ser maestro es más difícil. Si tú como maestro echas a perder a un niño, ¿cómo le haces para arreglarlo después? Un maestro marca de por vida a un niño.

En la lucha libre te puedes lesionar, pero lo puedes arreglar. Si echas a perder a un niño como maestro, ya no hay remedio”, aseguró.

Este bárbaro enmascarado supo desde niño que para salir con la mano en alto en la vida debía prepararse, por lo que siguió el ejemplo de sus padres y se dedicó a alternar los estudios profesionales con el aprendizaje del arte de los costalazos.

“Soy maestro de primaria, actualmente, soy Subdirector Pedagógico de una escuela primaria. Acabo de concluir una Maestría en Educación. No descuido mis dos pasiones que es la educación y la lucha libre”, presumió.

A pesar de que muchos hayan criticado que un maestro sea capaz de propinar golpes, El Tosco defiende la disciplina que practica, pues no sólo ayuda a mantenerse sano, pues también busca hacer felices a los chamacos.

“El deporte de la lucha libre me ha dejado esa hermandad con los compañeros, esa magia que hay en el ring. Sí, somos rivales, nos odiamos, pero solamente en el ámbito profesional. Abajo del ring es otra cosa. Eso me ha dejado ese compañerismo”, destacó.