No todos se mudan. Las tardes de futbol en el estadio Azul significan mucho más que ventas para los comerciantes, pues a través de los años, muchos han formado un vínculo con el inmueble que supera lo económico, aunque, a diferencia de La Máquina, ellos no buscarán casa nueva.

“Mucha gente está preguntando qué vamos a hacer, a dónde vamos a ir. No nos vamos a ir a ningún lado porque no tenemos otra fuente de trabajo. Ésta era nuestra fuente y pues ahorita nos quedamos sin trabajo”, dijo Yoojana Murguía, quien atiende un puesto de tacos cerca de la Puerta 1.

Yoojana heredó la responsabilidad de atender el negocio que antes cuidaron su madre y su abuela, una historia que inició mucho antes de que Cruz Azul llegara y aunque le han propuesto a la familia moverse al estadio Azteca, no contemplan la opción por ahora.

“Es una tristeza porque es un estadio que tiene historia, donde han hecho películas y que lo derrumben nada más porque sí, pues no se vale. Otro centro comercial para la Ciudad de México no nos sirve”, comentó.

Aunque no era muy común, estos locatarios incluso extrañarán las noches en que jugadores, algunos de ellos emblemas de la institución, se daban unos minutos para romper la disciplina y echarse un taco .

“Veíamos a los jugadores salir, a los comentaristas, algunos artistas. Aquí a veces vienen a comer los jugadores, como Jesús Corona cuando hay tiempo, porque los demás salen corriendo”, contó Murguía.

Antes de terminar la entrevista, Yoojana pide encender la grabadora nuevamente para mandar un mensaje, pues no pierde la esperanza de rescatar la que ha considerado su casa: “Una petición al señor Cosío: que si puede no lo tire”.

Antonio Sánchez Ibarra  I Agencia Reforma