“Dios hará justicia, él sabe quién fue el que disparó”
 
Hace (86) meses
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ENTREVISTA

Un moño blanco en señal de duelo adorna una casa color gris con puerta negra, ubicada en la comunidad Maguey Blanco, Ixmiquilpan, donde Fredy Cruz García vivió, junto con su madre y sus dos hermanos menores, hasta que un arma de fuego le quitó la vida el 5 de
enero pasado.

Albina García Maldonado, la madre del joven de 22 años, una de las dos personas fallecidas la tarde de ese día durante el enfrentamiento con elementos de las policías federal y estatal, registrado en la comunidad Dios Padre, asegura que su hijo no tenía armas. Salió a respaldar las protestas por el alza en el precio de las gasolinas, pero ya no volvió.

Han pasado más de dos semanas, 18 días, de la muerte de los dos jóvenes de 22 y 25 años y la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo (PGJH) aún no determina quién disparó contra ellos. Incluso su titular, Ramiro Lara Salinas, exhortó a quienes fueron testigos del hecho a acercarse a la fiscalía.

Albina asegura que fueron los policías, ya que, insiste, ni su hijo ni la gente de su pueblo tiene armas.

“Las balas sólo pudieron venir de quienes tienen armas”, razona sobre quién disparó en el enfrentamiento suscitado cuando los elementos de seguridad pretendían desbloquear la vía federal México-Laredo, en Ixmiquilpan.

Desconfía de los extraños, cuestiona por qué se le pregunta tanto y quieren sacar fotos de su casa y persona, porque así como se le acercan autoridades también la aborda gente que pasa datos a grupos cuya actividad no tiene clara. 

La mujer, de aproximadamente 45 años, relata que en estos días de luto ha tenido proximidad con el personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de la procuraduría, pero aún no encuentra respuesta oficial de lo que sucedió el día que murió su hijo.

De acuerdo con el testimonio de vecinos, el cuerpo de Fredy cayó cerca de donde se ubica la sede de la Policía Federal (PF); a la altura de Colegio de Estudios Superiores Hispanoamericano quedaron los restos de Alan, el otro fallecido en el enfrentamiento con las autoridades.

Los ojos de Albina se mojan y las lágrimas brotan. “No saben el dolor que siento”, llora y continua de pie.

Cada vez que le preguntan sobre Fredy, lo describe como su mayor apoyo, la persona con quien siempre contaba. Ahora se dice desolada.

Era también el respaldo de su hermana, que estudia el preescolar, y su hermano, quien cursa la primaria.

Ya quitó el altar. La funeraria se llevó las velas, los candelabros y ya no hay más rezos. Estos días es cuando más siente la ausencia de su hijo, quien, sostiene, salió a apoyar a su pueblo.

Aunque accede a hablar con este medio, evita evita hablar de la tarde del 5 de enero, el cual afirma que es el día más triste de su vida.

Ese momento quedó registrado en un video: un grupo de pobladores al lado de dos tráileres de cabina roja y azul gritan a los elementos que se retiren, luego se escuchan disparos, los hombres corren y uno de ellos grita: “Ya le dieron a un vato”; recogen el cuerpo del herido (pobladores han manifestado se trata de Fredy). Se escucha un gemido y una voz que le dice: “Aguanta, compa”.

Este lunes, Albina acudirá con testigos de esos hechos al Ministerio Público. Espera la justicia de los hombres –como la nombra–, aunque teme que no avancen las investigaciones y no se esclarezca la muerte del mayor de sus hijos.

“A lo mejor van a ganar ellos (el Estado), pero en el cielo hay justicia y ahí Dios hará justicia, él sabe quién fue el que disparó. En el cielo se hará justicia”, sentencia con la voz entrecortada.

Expresa que está en contacto con la familia de Alan.

“La otra vez nos vimos, las familias estamos de acuerdo en que se investigue, que se haga justicia. Quien hizo esto, que pague, debe estar en la cárcel: es lo justo”.

La CNDH le comunicó que, en caso de demostrar que miembros del Estado dispararon, habrá una reparación del daño, pero sabe que con nada se irá su dolor. La mujer quiere que el apoyo sea becas educativas para los hermanos de Fredy, aún infantes.

Albina responde al ofrecimiento que el gobernador Omar Fayad Meneses hizo público sobre ayudar “de manera total” a las familias de los dos jóvenes muertos: “Sólo quiero que me ayuden con un trabajo estable, siempre he trabajado en lo que hay de manera temporal; mi hijo era mi mayor apoyo y ahora ya no está”.

Hasta el término de la entrevista, reconoce, aún ninguna autoridad se ha acercado para ofertarle apoyo gubernamental.

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