En semanas pasadas, el Instituto Hidalguense del Deporte vivió momentos de turbulencia debido a incidentes que no sólo causaron ellos mismos, sino que se encargaron de empeorar con las estrategias que emplearon para hacer frente a la tormenta de críticas que cayeron.
Todo empezó con el caso de abandono y/o falta de gestión para el transporte del combinado hidalguense para sordos, que no pudo viajar a Toluca para disputar la primera fecha de la Liga Nacional de la especialidad debido a que el vehículo, que habían gestionado con el Inhide, nunca llegó a la cita.
Si ya es grave que se deje a su suerte a un grupo de atletas, algunos de los cuales ya habían hecho un esfuerzo importante para llegar al lugar al que los citó el Inhide, resultó inverosímil la postura que tomó el instituto para intentar tapar el sol con un dedo y frenar el aluvión de críticas.
La dependencia aseguró que el transporte se gestionó en tiempo y forma, pero que un problema con el proveedor causó que no llegara a tiempo; además de señalar que el equipo había podido acudir al encuentro, lo que fue desmentido en redes sociales por el capitán del equipo.
De igual forma, indicaron que habían sostenido constante comunicación con la escuadra hidalguense, cuando pude constatar de primera mano que no fue así. Y, finalmente, con la divulgación de un escrito en el que la entrenadora del equipo afirmaba que la directora de alto rendimiento, Kathya Olivares, los había apoyado en todo momento; en lo que parecía más una muestra de presión para los afectados o un arreglo por debajo del agua.
Si con la firma de ese texto se aseguró que, ahora sí, se apoye a un grupo de atletas que dejan cuerpo y alma en la cancha para entregar resultados para el estado, el año pasado se coronaron campeones nacionales en casa; bueno, aunque no sea el modo ideal, qué bueno que tengan la certeza de que estarán respaldados por el instituto.
Sin embargo, la posibilidad de que esto sea una táctica para intentar salvar la reputación de un funcionario o funcionaria, que no sólo falló en su trabajo para asegurar el traslado de los deportistas, sino que fue incapaz de reconocer un error tan grande, levanta interrogantes sobre el manejo al interior del Inhide.
La administración de Fátima Baños al frente del instituto puede estar lejos todavía de los desastres que protagonizaron dirigencias pasadas. No obstante, si no hay autocrítica, si los errores se esconden bajo la alfombra y se pretende que las personas responsables del deporte son infalibles; bien podrían suceder más incidentes que les causen dolores de cabeza a los jerarcas del Inhide.
Esperemos que, si la autocrítica no se expresa en público (todos sabemos que políticos y funcionarios tienen fobia a reconocer las fallas), al menos al interior de la dependencia hay la capacidad de analizar qué falló para que no se vuelva a cortar el desarrollo de más atletas.

Salvador López I Hoja en Blanco