Suele usar un viejo suéter que ha perdido su color o una chamarra negra de piel en los que cuelga todo tipo de artilugios de metal, reglas, compases y trasportadores que ha convertido en aparatos tecnológicos, fuera de esta realidad, para medir el tiempo y el espacio.

Siempre trae puesto el mismo pantalón holgado de vestir, desgastado y sucio, en el que acostumbre guardar la cajita con 12 gises blancos, de la marca Baco, con los que hace los trazos y las simbologías que lo han hecho famoso y que no son entendibles con la mente, sino con el corazón.
Ahí está Lux (Luis), mejor conocido como El Matemático o El Científico, hincado en la esquina de la calle Mariano Arista y Miguel Hidalgo, frente a la iglesia de San Francisco, concentrado en su último trazo que dice “RAAX-ZÒNÈXS”.
Es un conocido indigente que deambula todos los días por las calles céntricas de Pachuca. Se ha hecho famoso por pintar con sus gises en el suelo de las calles y banquetas símbolos geométricos (mándalas), combinaciones numéricas y letras.
El Matemático asegura tener 100 años de edad y venir de la gran Grecia. Aunque a ciencia cierta, ninguno de los vecinos de la colonia sabe cuándo, dónde y cómo llegó a la capital hidalguense.

“Me llamo Lux. La vida es una justificación, es una unidad, como el emperador romano Augusto, quien fue un gran hombre, muy relativo, del año 27 antes de Cristo”, dice al reportero, que esa mañana llegó buscando una entrevista con aquel hombre de barba griega y de aspecto bizarro que siempre usa una regla de 30 centímetros de aluminio doblada alrededor de su frente, como una especie de aureola.
En un momento de juicio, Luis dijo que hace unos años estudió arquitectura en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en la Ciudad de México. Sin embargo, al querer saber más de su vida, cambia la charla para explicar lo que está plasmando en el suelo:
“Raax-zònèxs es una palabra ejecutiva esencial, significa un ideal, un cuadrante, un Ra (como el dios del sol en la mitología egipcia). Esto es una unidad, unitario, una décima, está aquí y aquí otra decima”, expone convencido y de forma contundente.
Esta palabra, invención de El Científico, está encerrada en principio y fin por un símbolo que asemeja una cruz de Malta que representa la hora nacional, es decir, la exactitud de lo real, el poder ejecutivo o Superior: Dios.
Lux frecuentaba la plaza Constitución. Ahí ha dibujado cientos de trazos geométricos que, al pasar del tiempo, se van borrando del suelo pero no de la mente y la consciencia de los transeúntes.
No ha vuelto a dibujar en esa plaza pues, por el momento, el espacio está ocupado de manera itinerante por comerciantes del mercado Primero de Mayo –que se encuentra frente a la plaza- mientras terminan su reparación luego del incendio que consumió algunos locales en marzo de este año.
Para El Científico, la capital del estado y todo México están en un momento exacto, a pesar del caos social, asegura que se está dando un equilibro del hombre y de la mujer.
Mientras señala al horizonte, en dirección al cerro más próximo –el del Mirador-, asegura que el país y la humanidad van en ascensión: “Un trazo es un trazo y no importa la inclinación, sino lo exacto, así como esa montaña”.
Duerme en una casa de campaña color azul cielo que instaló, hace unos meses, a un costado de la entrada principal del Templo y Exconvento de San Francisco, en Pachuca, una iglesia construida en el siglo XVI, considerada la más antigua de la ciudad.
El espacio es insalubre y le sirve para guardar cobijas, periódicos viejos y también cosas interesantes que ha ido juntando. Algunos lo han comparado con el inventor croata Nikola Tesla, quien terminó sus últimos años de vida relegado al ostracismo y considerado un científico loco.
Entre los armatostes que carga dentro en su chamarra sobresale un transportador de 360 grados y un tenedor metálico atorado con un alambre. Simula una especie de brújula que sólo él sabe hacia dónde apunta.