A cinco años de la explosión del ducto

Rubén, el hombre fallecido en la emergencia dejó a dos hijos y su esposa, quienes han afrontado la situación, pese a los nulos apoyos de los gobiernos federal y estatal, señalan

 
Hace (3) meses
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Un lustro ha pasado desde que la explosión de una toma clandestina de hidrocarburo en el ejido de San Primitivo le arrebató la vida a Rubén, esposo y padre de los hijos de Yolanda, quienes desde entonces han tenido que lidiar con la pérdida, pero también con la falta de ayuda por parte de los
entes gubernamentales.

Un hombre trabajador que enseñó a sus hijos a siempre ayudar a los demás, esas eran las principales características que Yolanda Olivares Díaz veía en Rubén Cruz Martínez, quien durante muchos años de su vida fue su amado compañero.

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Este 18 de enero (18E) se cumplen cinco años desde que Rubén perdió la vida, al igual que otras 136 personas, luego de que un oleoducto explotara en el ejido de San Primitivo, en los límites entre Tlahuelilpan y Tlaxcoapan.

Sin embargo, para Yolanda y los dos hijos que Rubén dejó a su partida, han sido momentos difíciles que han sorteado gracias al doble esfuerzo de ella, pues incluso tiene que trabajar doble turno para pagar la educación de sus vástagos: su hija cursa secundaria, mientras que el otro estudia ingeniería en Sistemas Computacionales.

Los tíos y primos han sido un factor importante para que sus vástagos puedan entender que trabajar y estudiar es el mejor homenaje para Rubén. A cinco años de su partida, se ve reflejado en un buen aprovechamiento de su educación.

En entrevista con Criterio, Yolanda admitió con tristeza que las becas que prometió el gobierno federal para los más de 190 niños que quedaron sin padre o madre luego de la tragedia del 18 de enero de 2019 no han sido cubiertas en su totalidad.

Ejemplo de ello son sus hijos, quienes no han recibido ningún apoyo público para cursar los diferentes niveles educativos desde ese año y se mantienen al día con el doble trabajo que realiza su madre.

De acuerdo con la mujer originaria de Doxey, comunidad de Tlaxcoapan, ello no solo afecta a su familia, sino que también ha dañado el tejido social en la zona, ya que el robo de hidrocarburo aún persiste, pese a que muchas personas perdieron la vida por ese ilícito. Incluso las nuevas generaciones, las cuales, a falta de estudio, toman ese camino, lamentó.

“Es muy triste que con lo que pasó no se pueda erradicar el huachicol, por más que se hace la denuncia. Por eso hay que incentivar a nuestros hijos para que estudien y no caigan en eso”, comentó.

EL ÚNICO APOYO ES DE LA FAMILIA

Mientras una lágrima brota de los ojos de Yolanda, platicó que la única ayuda que ha recibido durante estos cinco años es la de su propia familia. Gracias a ellos, sus hijos han sobrellevado la falta de su padre.

Admitió que el gobierno federal y estatal han omitido la atención a los niños que perdieron a alguno de sus padres en el suceso. Por lo tanto, pidió que se cumpla con el acuerdo y las becas que prometieron en reuniones posteriores a la explosión, sobre todo en jóvenes que mostraban hasta ese momento un buen aprovechamiento en la escuela.

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