La guerra eterna
 
Hace (82) meses
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En tanto Occidente no termine con la ideología del Estado Islámico, los bombardeos como el ocurrido en Mánchester habrán de continuar, y quizá se vuelvan más comunes.

 

ORLANDO, Niza, París, Bruselas, Berlín, Wurzburgo, Ansbach, Múnich, Londres y, ahora, Mánchester. El patrón se está volviendo depresivamente familiar. Los cortes noticiosos con borrosas escenas tomadas con teléfonos celulares: peatones paseando por el malecón, compradores disfrutando un mercado navideño, chicos emocionados saliendo de un concierto de música pop. Luego, se produce el tiroteo, un camión arrasa con todo a su paso, o se escucha una fuerte explosión, seguida por el pánico, personas corriendo, cuerpos inertes. En menos de una hora, los políticos salen al aire con una letanía de condenas y condolencias.

Aún más familiar es la descripción de los asesinos: solitarios, inadaptados, miembros de comunidades musulmanas pobres, la mayoría de ellos seguidores del culto a la muerte conocido como el grupo militarista Estado Islámico (EI). Al igual que los atacantes que provocaron un tiroteo en el teatro Bataclan de París en 2015, los bombarderos suicidas que atacaron el aeropuerto de Bruselas seis meses después y los perpetradores de al menos 15 ataques contra Occidente durante los últimos tres años, el bombardero de Mánchester era un joven furioso y alienado, hijo de inmigrantes que había hallado refugio en el Estado Islámico y que decidió ventilar su frustración contra el mundo asesinando inocentes.

Las motivaciones personales de todos estos asesinos suicidas varían: según informes, el bombardero de Mánchester, de 22 años de edad y llamado Salman Ramadan Abedi, cuyos padres emigraron al Reino Unido procedentes de Libia, se sentía furioso por la muerte de un amigo ocurrida el año pasado en lo que interpretó como un crimen antimusulmán. Sin embargo, existe un elemento constante que tiene sumamente preocupadas a las autoridades: los asesinos estaban inspirados por el EI o fueron entrenados profesionalmente por el grupo. Aún peor: mientras los soldados iraquíes y kurdos avanzan contra los bastiones del Estado Islámico en Raqqa, Siria y Mosul, Iraq, los expertos en seguridad occidentales temen que la caída de la organización yihadista provoque una ola de ataques en venganza, causados por miembros dispersos y simpatizantes difíciles de detectar.

Abedi, por ejemplo, había vuelto de Libia unos días antes de detonar una bomba introducida en un recipiente de metal y oculta en una mochila, la cual mató a 22 personas, principalmente niñas pequeñas, en el concierto de Ariana Grande. Es posible que también haya visitado el bastión del Estado Islámico en Siria durante el mismo viaje, aunque el grupo yihadista también mantiene una fuerte presencia en Libia. De cualquier manera, el explosivo que Abedi utilizó en su bomba casera era similar al que se usó en los ataques de Bruselas en 2016, los cuales también fueron organizados por militantes entrenados por el EI.

Es extremadamente poco probable que Abedi haya actuado solo, de acuerdo con analistas sobre terrorismo. “Se me ocurren muy pocos ejemplos en los últimos 15 o 20 años en los que un hombre solo haya construido una bomba y luego la haya usado”, declaró a Newsweek Jason Burke, autor de The New Threat: The Past, Present, and Future of Islamic Militancy (La nueva amenaza: el pasado, el presente y el futuro de la militancia islámica). Días después de la explosión, la policía de Mánchester había arrestado ya a al menos diez sospechosos, entre ellos, hombres que supuestamente habían ayudado a preparar los explosivos caseros en un apartamento alquilado mediante Airbnb, y la policía libia había arrestado al padre y al hermano de Abedi en Trípoli.


 

INFOGRAFÍA: NW/NOTICIAS

 

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