Estridente y dulce, de Adam Thirlwell, está en México
 
Hace (81) meses
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El héroe y narrador de la novela Estridente y dulce, de Adam Thirlwell (Londres, 1978), se despierta en la cama de un hotel junto a una mujer que no es su esposa, sino una amiga de ambos.

La sorpresa se transforma en profunda angustia cuando advierte que la cabeza de la mujer se encuentra sobre una mancha de sangre, muy posiblemente a causa de las drogas que ambos tomaron la noche anterior.

En palabras del mismo autor, el público puede leer: “Espero que, si puedo demostrar una sola cosa a través de este relato, ésa sea la importancia de las reglas vitales, razón por la cual quizá he decidido comenzar la historia de mi vida moral con este episodio de sangre.

“Creo que ése fue el momento en el que mis categorías habituales se desbarataron”. Así, el lector asiste a la caída libre de un personaje evidentemente narcisista y politoxicómano.

Personaje que, hasta ese momento, llevaba una existencia confortable viviendo en la zona residencial de una megalópolis anónima. Allí vive junto a su esposa, el perro de ambos y un viejo amigo de la infancia en casa de unos padres comprensivos y muy consentidores.

Ellos le han proporcionado buena educación y lo han apoyado en todo, pero se angustian al ver que su hijo ha abandonado un buen empleo para ir, tarde, tras su vocación artística.

Entre múltiples obsesiones y paranoias, sexo, drogas, violencia e infinitas elucubraciones circulares, los acontecimientos terminan precipitándose y el atribulado y neurótico héroe se ve empujado a cometer actos de cuestionable moralidad o directamente incalificables, que rememora en estas páginas con franqueza y cierto pesar: “La verdadera vida es esa que uno observa en retrospectiva desde una especie de distante punto en las nubes”, sostiene.

Ese tipo de mirada podría describirse con la palabra literatura, concluye Thirlwell a quien la revista Granta lo incluyó en su lista de “Mejores escritores jóvenes ingleses” tras la lectura en manuscrito, antes de su publicación, de su primera novela, Política, que ganó un Premio Betty Trask.

“Probablemente uno de los libros del año, es perspicaz y jocoso, en una combinación que pocos autores han logrado conjugar con maestría, dijo el jurado.

Realmente se trata de un libro que es un placer, con una capacidad de observación que se transforma en risa y que coloca al autor en la incómoda postura de “muy prometedor”.

También es autor de La huída, una novela en la que el humor es melancólico, la melancolía maliciosa y el talento impresionante”, como la definió Milan Kundera en su oportunidad, para luego declararse admirador de este escritor que ahora está de vuelta.

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