En busca de gigantes
 
Hace (100) meses
 · 
Compartir:

Por: Iván Carrillo

Me desplazo sobre las aguas de Bahía Magdalena, una cala de 50 kilómetros ubicada en la costa occidental de Baja California Sur. Un grupo de pescadores ha accedido a trasladarme desde el puerto de San Carlos a la frontera con el mar abierto, a pesar de los fuertes vientos y de la oscuridad que ha transformado los montes que nos rodean en siluetas amenazantes. Mi nerviosismo es alimentado por los tumbos que da la pequeña embarcación contra el oleaje, y no encuentra tregua hasta que atisbo una lucecita que se bambolea en medio de la inmensidad oceánica. Es un barco de pesca deportiva con una eslora de unos 18 metros. En él trabaja un equipo especializado en documentación oceánica de la BBC de Londres, que ha venido a los mares mexicanos en busca de la gran ballena azul para contar su historia en The Hunt (La caza), una serie cuyo objetivo es mostrar los retos que enfrentan los depredadores del mundo salvaje.

Una vez a bordo, conozco al productor Hugh Pearson, al camarógrafo Jamie McPherson y a la investigadora canadiense-mexicana, Diane Gendron, experta en la ballena azul, jubilosos por los resultados de hoy. No es para menos. Están en el periodo final de una producción que ha implicado varias sesiones de grabación distribuidas en dos años de persecución del cetáceo. En esta última etapa, su objetivo es captar imágenes en superficie y, hasta este día habían invertido dos semanas de búsqueda que ha incluido vuelos de reconocimiento y cientos de millas náuticas con los binoculares pegados a los ojos sin tener suerte. Finalmente, al mediodía lograron ubicar su objetivo.
No deja de ser paradójico que el primer reto para documentar uno de los seres vivos más grandes que han existido en la historia del mundo sea encontrarlo. Pero como dice el biólogo John Calambokidis: “Si el animal es grande, el océano lo es todavía más”. Además, en el mundo salvaje no existen las citas y, de hecho, nada garantiza que el avistamiento de hoy suceda mañana. Sobre todo si se considera que el rorcual azul puede trasladarse hasta 50 km/h en situaciones de huida, y moverse cientos de kilómetros en cuestión de días.

Con todo, Hugh me dice, optimista: “Has llegado en buen momento”. Las luces se apagan.
Al día siguiente buscaremos gigantes.

El prurito de la curiosidad

La sorpresa de un paisaje nuevo es el premio de los arribos nocturnos. Al despertar descubro cómo los tonos rosáceos del amanecer y la humedad salina se acompañan de una bruma fría que cubre la superficie marítima. Jamie, el camarógrafo, y yo tomamos una taza de café en la popa mientras la tripulación realiza los preparativos para levar anclas. Momentos antes, el joven pelirrojo de unos 28 años me ha contado sobre su siguiente asignación en el Desierto del Namib, en África, para filmar elefantes salvajes.

Repentinamente, un león marino emerge a unos cuantos metros de nosotros, haciendo una poderosa exhalación para zambullirse de nueva cuenta. Mi admiración de hombre de ciudad no encuentra empatía en la impavidez de Jamie quien parece, más bien, abstraído con los pendientes de su siguiente trabajo.

Comprendo lo distante de nuestras realidades. A través de su visor, sus ojos han visto todo aquello que la mayoría de nosotros sólo conocemos en la televisión o en las revistas de naturaleza gracias a personajes como él. Osos, leopardos y águilas en el culmen de su acción salvaje son de alguna manera cotidianos en su trabajo.

Se suma al café la doctora Diana Gendron, con su mirada inteligente y espíritu hippie. La investigadora del Laboratorio de Ecología de Cetáceos del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (Cicimar-IPN) ha llevado a cabo un ambicioso proyecto de monitoreo de ballenas azules en el Golfo de California durante más de dos décadas. Un trabajo que nació de las muchas interrogantes que le venían a la cabeza cuando se interesó por primera vez en la ballena.

“No lo sabemos… No lo sabemos”, le contestaban los expertos ante el bombardeo de sus preguntas.

Esa misma curiosidad la condujo a dejar su tierra natal para residir en La Paz, Baja California Sur, y desde allí conocer mejor el comportamiento del cetáceo. Aunque la ballena azul se considera una especie cosmopolita (se distribuye por el mundo en tres especies distintas y en varias poblaciones), Diane ha enfocado sus esfuerzos en la Balaenoptera musculus, la más grande de todas, y que se distribuye en el Pacífico norte (en cinco subpoblaciones) que en total alcanza los 3 mil 300 individuos repartidos desde Kamchatka en Rusia, hasta el sur de Japón, en el occidente; y desde el Golfo de Alaska y California hacia el sur, hasta Costa Rica.

La subpoblación que se distribuye en México se conoce como California-México y su presencia ocurre entre los meses de diciembre y abril en la costa occidental de la península de Baja California y en el Golfo de California, principalmente. Diane ha señalado reiteradamente lo fundamental de su estadía en las aguas de nuestro país, y la importancia de la conservación de este hábitat al ser una zona de nacimientos y crianza sin parangón para la especie.

De hecho, muchas de las ballenas que llegan aquí, año con año, resultan viejas conocidas para la investigadora: “Cada ballena es diferente, tiene una pigmentación o una aleta dorsal distinta y las podemos reconocer. Tenemos identificados más o menos 700 individuos. De estos, muchas veces sólo los hemos visto una vez, pero la mitad regresa y les reconoceremos. Sabemos que son machos o hembras por los análisis genéticos de la piel, y su edad debido a que los fotografiamos desde crías. Algunas nacieron hace 20 años y ya están reproduciéndose”, cuenta.

La búsqueda

La paciencia es virtud de los documentalistas. Apenas han transcurrido unas cuantas horas de navegación en las que no se mira nada más que la vastedad azul, y yo experimento la sensación de estar inmerso en una búsqueda imposible… Por supuesto, no revelo mis sentimientos al equipo de trabajo. Mi presencia se limita a no estorbar y a sortear de la forma más digna y silenciosa los efectos del mareo mientras atestiguo las labores de Hugh y Diane.

Él se encuentra en el puente de mando y, ocasionalmente, baja sus binoculares e intercambia alguna mirada con Diane y con la tripulación, pero no median muchas palabras. Los ojos de todos están puestos en el horizonte en busca del soplo alto y denso que exhala la ballena al tomar aire, y que llega a medir hasta 12 metros.

Jamie, mientras tanto, ha montado parcialmente su equipo, y ajusta los controles de la cámara en espera del posible hallazgo.En la embarcación se vive una tensión silenciosa, como si todos olfatearan que la ballena está cerca. De pronto, una alerta de Hugh hace que todos dirijamos la mirada hacia un punto lejano en el horizonte. ¡Hay una ballena! La embarcación da un giro y se redirige hacia ella.

Pero unos instantes después se confirma el avistamiento. Se trata de una ballena gris.

La búsqueda continúa durante dos horas más, hasta que nuevamente se da una señal. A simple vista yo no alcanzo a ver nada. Hugh señala el rumbo que hay que tomar, al tiempo que baja del puente hacia la cubierta. Cuando pasa junto a mí, alcanzo a escuchar que dice en voz baja: “La tenemos”. Mi corazón da un brinco. La consigna de subir al barco por tan sólo 24 horas ofrecía una posibilidad muy baja de sostener el encuentro con el mamífero acuático. Tendría que haber mucha suerte, se me había advertido.

La coordinación de los documentalistas es apresurada y firme. Se mueven coreográficamente para montar una cámara 4K sobre una grúa que ha sido fijada en la popa de la embarcación.

A su vez, la cámara está dentro de un sistema de estabilización conocido como Cineflex que Jamie maneja desde un visor y por medio de un control remoto. Esta tecnología, según me ha comentado Hugh previamente, se diseñó para hacer grabaciones desde helicópteros, pero por primera vez ha sido adaptada a jeeps y embarcaciones para esta producción: “Para poder ir más rápido y acompañar a los animales de manera en que se puedan mostrar leopardos, tigres o ballenas azules mientras cazan. (…) Por ejemplo, las tomas que hacemos de la ballena azul no las podríamos tener sin este sistema especial. Un sistema que nos permite llevar al espectador dentro del depredador en la experiencia de cazar”.

 

Seres mitológicos

La embarcación se aproxima lentamente hasta que se ubica en un punto suficientemente cercano para contemplar a simple vista a las ballenas. Diane confirma que se trata de las mismas ballenas que se localizaron el día previo. De pronto, desde el puente de observación, veo como un lomo enorme emerge del mar formando un gran arco correoso y gris que inmediatamente comienza a sumergirse de nuevo. Son metros y metros de un físico impresionante que parece no terminar nunca en su inmersión. Previo a sumergirse por completo, se deja ver una pequeña aleta dorsal que da paso a una huella flotante, una especie de espejo formado por la grasa que queda sobre la superficie del mar.

No logro salir del estupor y la fascinación provocados por la contemplación de ese gigantesco animal, manifestándose en libertad absoluta en medio del gran océano. Es como si un ser de la mitología antigua cobrara vida. Aunque desde la superficie sólo es observable una fracción de su gigantesco cuerpo, la experiencia deja sentir todo el poderío del gigante. Es inevitable pensar en las grandes serpientes del mar que imaginaban los navegantes del siglo XVI y preguntarse si, más que producto de sus delirios, el mito no habrá nacido de la confusión con estos increíbles mamíferos acuáticos.

Cazando al cazador

Lo que para mí se convierte en una plácida sesión de contemplación para Hugh, Jamie y Diana se presenta como un juego de ajedrez en el que deben perfectamente prever, en la medida de lo posible, el siguiente sitio donde asomará la ballena para lograr captarlas. No es una labor sencilla. Las ballenas azules pueden llegar a bucear hasta 150 metros de profundidad, respirar entre ocho y quince veces, a intervalos de 10, 20 segundos, buceando después por periodos de tres a 20 minutos. Este comportamiento define la actuación del equipo de filmación que, al igual que la premisa de la serie, pone en marcha una estrategia digna de depredadores para lograr capturar las imágenes deseadas.

Ya hemos ubicado a las cinco ballenas que aquí y allá se distribuyen con sus poderosas exhalaciones sorprendiéndonos de vez en vez. Por mi parte, intento distinguir los detalles que las diferencian. Y, aunque alcanzo a ver las motas grisáceas de diferentes tamaños, que le dan a su piel un aspecto jaspeado, es imposible intentar siquiera ver un patrón en ellas. De entre las cinco, sólo logro diferenciar claramente a una que tiene una deformación en la columna, “probablemente de nacimiento o como consecuencia de alguna colisión con alguna embarcación”, me dice Diane. Característica por la cual ha sido apodada Jorobada y, al mismo tiempo, descartada para formar parte del elenco de esta tarde, ya que el rasgo alteraría la continuidad que debe existir entre las tomas de superficie de ahora, y las subacuáticas que fueron captadas el año anterior.

 

Es tan sólo uno de los múltiples asuntos que se deben considerar dentro de este tipo de registro de la naturaleza. Conforme avanza la tarde, al menos un par de ballenas presumen su impresionante aleta caudal, dejando ver en el horizonte una fascinante estructura orgánica de unos cuatro metros de ancho. Un elocuente silencio se apodera de la embarcación cada vez que asoma una de ellas. En un momento dado de su multifacética actividad, Hugh se detiene junto a mí y me pregunta: “¿Habías visto antes a la ballena azul?”. “No. Nunca. Es increíble”, le respondo. “Pues tuviste muchas suerte. Te ahorraste al menos 15 días de búsqueda”, me dice el productor con una sonrisa sarcástica.

 

RETOS DE LA CONSERVACIÓN

El privilegio de la observación que llevo a cabo es todavía mayor gracias a la oportunidad de conversar con Diane, quien me expone las preocupaciones que tiene en torno a la ballena azul. Para la experta, algunos de los retos que enfrenta esta especie es la protección de su hábitat, toda vez que algunas poblaciones se distribuyen en zonas marítimas donde existe un gran tránsito de buques comerciales y otras actividades. El ruido y las colisiones con barcos son dos factores que atentan contra ellas. Además, es necesario vigilar la alimentación, ya que las condiciones climáticas están afectándolas. “Este año yo las veo muy flacas”, comenta.

Con respecto al turismo de observación, una actividad que el Fondo para el Cuidado Animal(IFAW) ha reportado en continuo crecimiento y que, según la misma institución, ayuda a contribuir a las economías locales, Diane dice que “debe ser contemplado como un esfuerzo de protección antes de presentarse como un industria de actividad de observación no regulada, ya que se trata de zonas de nacimiento, crianza y alimentación para ballena azul”.

En ese sentido, la especialista explica que en México, aunque todavía hay mucho por hacer, se ha sabido regular la actividad: “Los mismos prestadores de servicio entienden la importancia (de la ballena azul) porque entienden que es su propio recurso y, además, conocen a las ballenas, la reconocen, saben que año con año son las mismas que vienen y se quedan en esta zona, un mes o un mes y medio.

Entonces les conviene protegerlas y que ellas estén muy bien. Es un logro gracias al gobierno, a los pescadores y a la unión entre ciencia, turismo y gobierno”.

Le pregunto cuál es la gran interrogante que desde la ciencia existe en torno a la ballena azul: “En realidad son muchas. Pero ahora mismo me intriga mucho saber cómo encuentran su alimento, es todo un misterio”.

Un misterio que se relaciona con la premisa del trabajo documental de Hugh, quien como parte de esta producción ha encarado el reto de captar la estrategia de la ballena como depredador y la relación dramática que establece con sus presas. Aunque no me es fácil visualizar a este cetáceo como un depredador, me dejo llevar por lo fascinante que debe ser el fenómeno de búsqueda de alimento del animal que, posiblemente, basado en su memoria o en la comunicación con otros individuos de su especie, tiene el reto de encontrar el kril, una marea de millones de crustáceos conocidos como eufáusidos que se encuentran a profundidades menores a los cien metros para luego ingerir la mayor cantidad posible antes de que vuelva a desaparecer.

El gran bocado

Si encontrar a la ballena para documentarla en superficie representó un gran reto para The Hunt, captarla en el momento preciso en que caza es digno de una misión imposible, pero también una oportunidad que un documentalista no podría desaprovechar. Explica Hugh: “Mucha gente ha filmado historias de cómo un león caza a un búfalo o un leopardo chita a una gacela, pero cuando miramos bien nos damos cuenta de que hay mucho más detalle en todo ello.

La historia es mucho más que eso. Hay estrategia, acción y comportamiento entre el depredador y la presa. La ballena azul es el animal más grande que ha existido siempre (…) y esta se presentaba como una excelente oportunidad para captarla en el océano tratando de encontrar kril para luego comérselo”.

El registro del gran momento lo consiguieron Hugh y su equipo en la expedición del año pasado realizada también en los mares mexicanos. Tras 56 días de exploración subacuática de las ballenas, los documentalistas lograron aproximarse lo suficiente con condiciones óptimas de visibilidad para registrar justo las labores de caza de la ballena. Sin duda, el bocado más grande y poderoso que existe en la naturaleza.

Una secuencia que para ser obtenida requirió al menos de 500 horas de grabación y que podría convertirse en una de las escenas emblemáticas de la historia de la documentación natural por la belleza y oportunidad con la que ha sido captada.
En la imagen se aprecia el momento en que la imponente ballena se aproxima por debajo a su presa para invertir elegantemente su posición y lanzar el bocado, al tiempo que expande los pliegues que se distribuyen como surcos desde el mentón hasta el ombligo y capturar unas 90 toneladas de agua y alimento de una sola vez. Es el acto de depredación más grande que existe y debe satisfacer una demanda de 1.5 millones de calorías diarias. Algo así como ingerir 40 millones de crustáceos en una sola jornada.

El mismo Hugh, cuya trayectoria incluye dieciocho años como productor de la Unidad de Historia Natural de la BBC (BBC Natural History Unit), al referirse a ella ha dicho que son los siete minutos más increíbles de su vida: “Definitivamente el mejor momento que tuve fue cuando filmé a la ballena azul bajo el agua.

Tuvimos imágenes de siete días, en los cuales hubo un momento verdaderamente dramático que fue cuando estábamos grabando el kril, y la ballena se alimentó cuatro veces de él. El momento duró siete minutos desde que la ballena llegó y se fue”.

Una escena íntima

El regreso a Bahía Magdalena inicia con la luz del sol rasante sobre la superficie marítima. La forma en que el grupo de gigantes se va perdiendo en el horizonte se vuelve un espectáculo onírico. Estas cinco ballenas se muestran como símbolo de la libertad de una especie que ha enfrentado una de las más terribles historias de aniquilamiento cuando en 1860, con el desarrollo de los vapores de mayor velocidad y los arpones explosivos, fueron capturados más de un millón de especímenes.

Una dramática cacería que en la zona de la Antártida aniquiló, entre los años 1909 y 1946, cerca de 400 mil ballenas para obtener su aceite (hasta 120 barriles por individuo) que era utilizado para alimentar lámparas y fabricar velas.

A pesar de la protección internacional que goza desde 1965 en todos los océanos del mundo, los retos para la conservación siguen siendo muchos. Cuando le pregunto a Hugh de qué forma aporta su trabajo en esta materia, me dice: “Este trabajo me da la oportunidad de captar imágenes y contar historias para enseñárselas a mucha gente en todo el mundo. Porque no mucha gente tiene la fortuna de ver ballenas azules, pero si podemos captar una secuencia de ballenas potencialmente puede ser vista por millones de personas para apreciarlas y despertar el deseo de cuidarlas”.

Una idea que comparte Diane, quien asegura que la documentación es una manera de que la gente conozca la investigación que se hace en torno a la ballena. “No tiene caso guardar lo que sabemos en tesis que muy poca gente lee.

Yo creo que los mexicanos, sobre todo los que viven alrededor del Golfo de California o en Baja California, del otro lado del Golfo, deben estar enterados de que el Golfo está cambiando. La productividad del Golfo ha cambiado”.

Finalmente Hugh establece un sitio para varar en la boca de Bahía Magdalena.

La noche es brillante y el mar está en calma. Todavía con las imágenes de las ballenas azules repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, pienso en la anécdota que me contó Diane, cuando decidió cambiar su método de estudio, y en lugar de tomar fotografías y muestras de heces, simplemente siguió a una de las ballenas durante días para observarla.

El nuevo enfoque la llevó a entenderla mejor como individuo, a atestiguar el llamado de una hembra a un macho, y el posterior jugueteo sobre la superficie y su nado acompañado “como si fueran delfines”. Una historia que culminó con lo que ella presume fue un acto amoroso bajo el agua que habrá durado unos 45 minutos. “Fue como una revelación. Me di cuenta de que en realidad no conocía nada, no conocía a la especie”, dice reflexiva.

Pierdo la vista en la oscuridad del mar que se extiende magnífica frente a mí. Ahí, bajo el agua, hay un mundo salvaje. Un mundo aún desconocido para los seres humanos.

Compartir:
Etiquetas:
Relacionados
title
Hace 11 minutos
title
Hace 1 hora
title
Hace 1 hora
title
Hace 3 horas
Se dice
/seDiceGift.png
Especiales Criterio
/transformacion.jpeg
Suscribete
/suscribete.jpg

© Copyright 2023, Derechos reservados | Grupo Criterio | Política de privacidad