Abren vallas para ver al ungido tricolor
 
Hace (98) meses
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Los apretones cada vez eran más intensos en la valla humana que formaban los invitados para entrar al Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI. Apenas se movían, de momento todos voltearon a lo alto del balcón que sobresale del edificio: era el candidato con los brazos en alto saludando.

Movió la cabeza en desaprobación y dio órdenes para que abrieran las rejas, lo que le ganó un aplauso espontáneo.
En este acto mostraba su estilo, daba paso a una nueva forma de hacer política, de encarar a quienes podrían votar por él.
Junto a esa valla metálica se abrieron todas las demás casi al momento, rompiendo las zonas amplias y airadas que los organizadores habían dispuesto para los “altos liderazgos y militantes con cargo”, según repetían los cadeneros tricolores.
Adentro de una apretada lona, unos siete mil priístas gritaban a la menor provocación: tenían ganas de echar porras y cantar como hace rato no lo hacían. Las charlas hablaban de la esperanza de nuevas formas, de nuevos actores, de la caída de los “dictadores” en que se convirtieron los alcaldes de cuatro años y siete meses, de los legisladores “gustosos del trago”, de los funcionarios “refunfuñones”.
Rodeado de jóvenes apareció el legislador Fernando Moctezuma con grandes ojeras, al igual que una atrasada Carolina Viggiano, que a empujones buscaba ganar el tiempo perdido; distinta a la cara bonachona y feliz de José Antonio Rojo, que rodeado de sus amigos parecía el elegido.
Caras poco vistas a lo largo del actual sexenio aparecieron con semblante amigable y buscando a la vieja guardia, buscando acomodo en los nuevos tiempos.
Los empresarios, catedráticos, estudiantes soñadores de algún día levantar la mano y ganar el aplauso, amas de casa jalando chamacos aburridos. Todos cabían en esa masa que se volcó para vitorear a su candidato de unidad a gobernador, al que los sectores decidieron darle su apoyo tras meses de negociaciones. Estaban ahí para su registro.
Al grito de los presentadores, la imagen de Omar Fayad, el elegido, fue ganando terreno entre un mar de manos, todos lo querían abrazar, todos querían que los viera a los ojos para contar de regreso a su pueblo ser “amigos personales” del candidato.
Ya con el micrófono, el candidato, dueño de una amplia lista de cargos públicos, arengó todavía más ese acercamiento, los invitó a ir juntos a promover el voto y darle el triunfo al PRI, que lleva en el poder hidalguense más de 80 años.
Nuevos tiempos, nuevas libertades, nueva forma de hacer política, afirmaba con la cabeza un militante de la vieja guardia agrarista.

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