Da refugio segunda oportunidad a perros callejeros y agredidos
 
Hace (88) meses
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Entre ladridos, lleno de pelos y con una sonrisa al hablar de lo que hace, Memo Jiménez, como le gusta que lo llamen, pasa sus días atendiendo y rescatando a “los peludos”, perros de la calle que tuvieron la suerte de llegar al refugio Martha Jiménez, lugar en el que pueden encontrar alivio a sus heridas, comida, agua y, con suerte, la oportunidad de tener una familia.

En una bodega ubicada en el barrio San Bartolo,  en Pachuca, que fue acondicionada por Memo y su hermana Martha, quien falleció hace poco tiempo, más de 400 perros han encontrado una segunda oportunidad y un nuevo hogar.

Malla ciclónica, pallets de madera y algunos otros objetos funcionan para dividir los espacios donde habitan canes recién llegados, enfermos o los que arriaban al servicio de pensión, del cual obtienen ingresos para sostener el refugio nombrado Martha Jiménez.

De esa manera, afirmó Guillermo Jiménez, lograron incorporar un área de lavado para las cobijas de los animales, bodega para los alimentos y hasta un patio de juegos amplio en la parte trasera del inmueble.

Memo es uno de varios rescatistas que operan en Pachuca, quienes, en su mayoría, se ayudan entre sí para recolectar croquetas, cobijas, detergentes y todo lo necesario para el cuidado y manutención de los perros; sin embargo, afirmó, “nunca es suficiente,  pues siempre hay algún perrito al cual rescatar”.

“Son muy vulnerables, te das cuenta de que los maltratan, los golpean de una manera atroz, y no puedo quedarme sin ayudarlos”.

Algunos de los ejemplares que arropa el refugio Martha Jiménez han sido hallados en la calle en condiciones “deplorables, con gusanos en las orejas o infecciones muy fuertes”. Con ayuda de voluntarios como Liliana Chávez y Jenny Álvarez, añadió, efectúan la recuperación de los canes, los esterilizan y ponen “guapos” para fotografiarlos con la intención de, a través de las redes sociales, encontrarles una nueva familia.

En caso de darlos en adopción a una familia, se les da un seguimiento para conocer las condiciones en las que viven.

Otros, en cambio, son rescatados de los dueños que los mantienen en malas condiciones, en azoteas, los mantienen toda su vida amarrados o en un patio pequeño y sin higiene, agregó.

“Además de ayudar a los perritos, ayudas a las personas, pues cuando se acercan a ellos les cambias su manera de pensar y a muchos hasta de vivir”, añadió.

El cuidador recordó por qué comenzó con su labor.

“No me gustaban los perros. Un día por accidente atropellé a uno, estaba a punto de irme, pero al voltear por el retrovisor lo vi y tuve que regresar por él, lo llevé al veterinario; lo curé y quedé completamente encariñado. Desde entonces no  puedo dejarlos, me cambiaron la vida”.

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