Nadie osa ponerlo en duda: la champaña es el vino espumoso más famoso, codiciado y prestigioso del mundo. Desde tiempos de la reina María Antonieta, sus delicadas burbujas eran sinónimo de sofisticación, celebración y grandes acontecimientos.
“Se conoce como champaña a los vinos espumosos elaborados en la región de Champagne, en Francia. Hay varios estilos clasificados por color, por año de elaboración -millesimé y non vintage- y por nivel de dulzor”, señala René Rentería, sommelier y embajador de la maison Louis Roederer.
Muchos señalan al célebre espumoso francés como un vino caro, pero la realidad es que, por su muy especial manufactura -el delicado, lento y paciente método tradicional o champenoise- y limitada zona de producción, hacerlo resulta costoso.
Como con cualquier otro vino, todo comienza en la tierra.
El terroir de Champagne, la región más septentrional de Francia, se caracteriza por ser de suelos mayormente calcáreos, que hace más de 70 millones de años fueron mar y que hoy poseen las cualidades para cultivar las uvas que darán vida al espumoso.
“Champagne tiene un clima continental y, a pesar de que los inviernos son muy fuertes, los veranos son lo suficientemente cálidos para que la uva desarrolle la acidez y los azúcares necesarios.
“El suelo de la región guarda mucho el calor y lo irradia durante las noches, así que los viñedos reciben el sol dos veces al día”, explica el experto.
Las principales uvas utilizadas para producir el codiciado fermentado son tres: Chardonnay, Pinot Noir y Meunier; sin embargo, las variedades Arbane, Pinot Blanc, Pinot Gris y Petit Meslier también están autorizadas.