A Robles le gustaba abusar del poder
 
Hace (56) meses
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Hace años escribí sobre lo que les tocó sufrir a unos policías federales que tuvieron la ocurrencia de pedirle a Rosario Robles Berlanga y a su pareja de aquel entonces, el empresario argentino Carlos Ahumada, que pasaran por el mostrador de migración del aeropuerto internacional de Toluca, después de que desembarcaran de un avión privado que los trajo desde La Habana, Cuba.
La entonces jefa de Gobierno les dijo a los policías que no se metieran en lo que no les importaba y que ni ella ni su acompañante pasarían por migración.
Los uniformados impidieron que la pareja abandonara el aeropuerto. Acto seguido, la entonces poderosa perredista marcó un número por su celular para denunciar ante quién sabe quién a los policías que solo estaban cumpliendo con su deber.
En cuestión de minutos llegó la orden: doña Rosario y don Carlos podían abandonar el aeropuerto sin pasar por migración y aduana, como tendría que hacerlo cualquier persona que llegue a México desde otro país.
¿Y los policías? Pues fueron castigados por supuestamente no respetar y darle las consideraciones que merecía la primera pareja del entonces Distrito Federal. Por cumplir con su deber pasaron varios días arrestados en algún cuartel de lo que entonces era la Policía Federal Preventiva.
Esta anécdota, cuya autenticidad verifiqué a través de dos diferentes fuentes, la publiqué en varios medios y la comenté en mi programa de radio. Robles nunca me buscó para desmentirla, confirmando así el dicho de que “el que calla otorga”.
Lo que entonces ocurrió en el aeropuerto toluqueño fue solo una muestra, y muy pequeña, de la manera en que abusaba de su poder la política que alguna vez fue de izquierda y que después de traicionar a sus correligionarios, ocupó dos secretarías de Estado durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Sobre la hoy huésped en el penal de mujeres de Santa Martha Acatitla he comentado y escrito varias veces a lo largo de los años y nunca recibí de ella o de alguno de sus subordinados alguna aclaración o desmentido sobre lo que dije o escribí. Siempre calló, siempre otorgó.
En los últimos 19 años desayuné con ella solamente una vez y también solo una vez la entrevisté en mi estudio de Grupo Fórmula. Con base en esos dos encuentros realizados durante el sexenio peñanietista, en los cuales también hubo otras personas presentes, solo me quedó claro que es una mujer inteligente y con una gran facilidad de palabra. No puedo decir que me cayera bien, pero ella lo mismo puede decir de mí.
A fin de cuentas, lo que conozco de Robles se basa en su desempeño como funcionaria pública y en la información que de ella he recibido de sus aliados y contrincantes políticos, subordinados, amigos y enemigos (de estos últimos hay muchos).
La anécdota con que inicio esta columna la muestra como una mujer que abusaba de su poder, hasta en detalles tan insignificantes como el de no aceptar pasar por el control migratorio de un aeropuerto.
Las acusaciones que enfrenta, de ser probadas por la FGR, podrían mandarla varios años a la cárcel, lo que sería un triste destino para quien empezó su carrera política como una izquierdista comprometida con las causas más nobles y la terminó como una cómplice de uno de los gobiernos más corrup-
tos de México.

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