Absolutismo
 
Hace (71) meses
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El gran maratonista apodado el Sapo Tech les contó en el gimnasio a sus amigos: “Abandoné el Maratón de la Ciudad de México a los 15 kilómetros. Regresé a mi casa y encontré a mi mujer con un amigo mío que lo abandonó a los 3”. Don Efesto, el herrero del pueblo, tartamudeaba cuando bebía un vaso de vino. Tres o cuatro de tinto apuró en la taberna y luego regresó a la fragua, pues debía forjar una pieza de metal. Cuando el hierro estuvo al rojo vivo don Efesto esgrimió su enorme mazo y le ordenó a su ayudante: “Pon en el yunque la pipí”. “¡Ni madres!” -se asustó el muchacho disponiéndose a escapar. “¡La pi-pi-eza de metal, pe-pendejo!” -precisó con enojo el herrador. Andrés Manuel López Obrador ha dicho que quiere parecerse a Juárez, a Madero y a Cárdenas. Sucede, sin embargo, que esos próceres fueron grandes reformadores. El oaxaqueño llevó a cabo la separación de la Iglesia y el Estado, con lo cual hico un gran bien al Estado y un bien aún mayor a la Iglesia. El coahuilense puso a México en el camino de la democracia, por eso nunca ha sido santo de la devoción priista. El michoacano hizo la reforma agraria, cuyo fracaso de ningún modo amengua la buena intención de quien la consumó. A mi modo de ver AMLO no tiene nada de renovador, como pretende aparecer. Ha hecho alianza con los sectores más conservadores del país (por ejemplo el PES) y con los grupos más retardatarios (la CNTE, por ejemplo). Se ha negado sistemáticamente a fijar su posición frente a los derechos de la mujer y de las personas homosexuales. Ha anunciado que echará abajo la reforma educativa, cuya cabal aplicación traería beneficios a los educandos. No se advierten en AMLO visos de modernidad; antes bien parece inclinado a volver a los tiempos del estatismo centralista y la dominación presidencial. Por eso quiere the whole enchilada, si me es permitido usar ese modismo gringo. No sólo pide a sus feligreses que lo lleven a la Presidencia: demanda también que le elijan un Congreso que pueda manejar a voluntad. Con eso quedaría anulado el sistema de frenos y contrapesos en que se finca una sana democracia. López Obrador representa el absolutismo. Y no hay nada más peligroso para una sociedad que una voluntad omnímoda que se impone sobre la voluntad general. Con lo anteriormente dicho he cumplido por hoy mi deber de orientar a la República. Daré fin a esta columneja con otros lenes chascarrillos. El pasado Día de la Madre un conferencista declaró con voz solemne: “En el futuro el mundo será regido por las manos que mecen las cunas”. Cierta señora se sobresaltó. “¡Cómo! -exclamó llena de asombro-. ¿Las empleadas de las guarderías regirán el mundo?”. Conocemos ya a don Chinguetas. Es un casquivano señor dado a los devaneos amorosos. Doña Macalota, su esposa, comentó en la merienda de los jueves: “Yo voy a votar por el cambio, a ver si me cambian al cabrón de mi marido”. El doctor Dyingstone fue a llevar a los paganos de África la luz de la fe. Les dijo que se iban a condenar, pues vivían en amor libre en vez de unirse en matrimonio. Casarse les costaría sólo12 cocos. Al parecer el precio les pareció excesivo a los salvajes, pues ataron de pies y manos al reverendo y lo llevaron a la aldea colgado de un palo que dos aborígenes cargaron sobre los hombros. Al llegar ahí el doctor Dyingstone se alegró grandemente, pues vio que los cocineros de la tribu pusieron a hervir un cazo de agua con verduras. “Praise the Lord! -exclamó con alivio-. ¡Son vegetarianos!”. Uno de los cocineros le aclaró: “Las verduras son para el relleno. Métase en el cazo y voltéese”.FIN.

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