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Hace (72) meses
Cuenta cuentos
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Hoy esta columnejilla empieza con un cuento que no entendí, pero que según me dicen es de color subido. Las personas que gusten más bien de los cuentos de color bajado deben abstenerse de leerlo.

El director de la fábrica de detergentes llamó al encargado de producción y le dijo: “Lo felicito, ingeniero Cloralino. El nuevo detergente que desarrolló es tan suave para la piel que mi secretaria lo usa para su higiene íntima”. “¡Qué alivio me causan sus palabras, jefe! -se alegró Cloralino-. Yo veía que usted y su secretaria se encerraban en su oficina. Después de media hora salía usted con la boca llena de espuma. ¡Y yo pensaba que era rabia!”.

Babalucas acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna, pues sentía un dolor en el pecho. El facultativo le pidió: “Desvístase hasta la cintura para examinarlo”. El badulaque se quitó los zapatos, los calcetines, los calzones y el pantalón.

El hombre del carretón le preguntó a doña Jodoncia: “¿Tiene botellas de cerveza que venda?”. Ella le contestó indignada: “¿Acaso tengo cara de beber cerveza?”. “Desde luego que no, señora -se disculpó el sujeto-.

Entonces ¿tiene entonces botellas de vinagre?”… Don Añilio, caballero de edad más que madura, fue con su joven nieto a una librería. Le dijo al muchacho: “Busco un libro de historia”. Entraron, y don Senilio compró “The joy of sex”, de Alex Comfort, subtitulado “A gourmet guide to love making”. “Abuelo -le reprochó el muchacho-.

Me dijiste que venías en busca de un libro de historia, y en su lugar compraste uno de sexo”. “Hijo -suspiró don Añilio-, para mí el sexo ya es historia”… Recuerdo al bravo peleador Rubén “El púas” Olivares, uno de los más recios pugilistas que México ha dado al deporte de los puños y de los correspondientes puñetazos.

En cierta ocasión lo entrevisté, y me dijo que una de sus tácticas consistía en golpear los brazos de sus oponentes. Tan tremendos eran sus golpes que sus adversarios quedaban sin fuerza en ellos, y de ese modo se volvían presa fácil para él. Tengo la impresión de que, mutatis mutandis -cambiando lo que hay que cambiar-, tal es la estrategia de Trump.

Su nueva bravata en el sentido de que militarizará la frontera con México para impedir la entrada de migrantes, lo mismo que sus continuos agravios y amenazas, tienden a debilitar a nuestro país en las negociaciones sobre el TLC.

Hagamos caso omiso de sus altanerías y mantengámonos firmes en esas conversaciones.

Lo demás caerá por su propio peso.Doña Cacha Lota, robusta señora, esperaba en su automóvil a su esposo. Como hacía mucho calor dejó funcionando el aire acondicionado, con los vidrios cerrados. Un muchachillo se acercó al vehículo y se puso a mirar con atención a doña Cacha. Luego la contempló a través del vidrio delantero, y pasando al otro lado del coche siguió observándola por la otra ventanilla. La corpulenta dama se amoscó. Bajó el cristal y le preguntó, atufada, al niño: “¿Qué ves, chamaco?”.

“Nada, señora -respondió el chico-. Es que creí que el coche tenía vidrios de aumento”… Floribel, recién casada, le comentó a su mamá: “S ciempre que Vehementino llega del trabajo me come a besos. Dice que mis besos son su mejor alimento”. Preguntó la señora, traviesa: “¿Y no le cansa esa comida?”. “No -contestó Floribel-.

Lo que lo deja agotado es el postre”… La reina Victoria conoció por primera vez los goces del amor en brazos de su príncipe consorte. Al terminar el deliquio le pregunto: “Lo que acabamos de hacer, ¿tiene algún nombre?”. “Sí, mi amor -respondió con una sonrisa Alberto-. Se llama ‘hacer el amor’”. Victoria se inquietó: “Ojalá el pueblo nunca llegue a conocer esto. Podría enviciarse”. FIN.

CATÓN

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